En una Cuba donde la vocación se ahoga en el salario y la dignidad se ve obligada a improvisar caminos para subsistir, un enfermero cubano, con más de dos décadas de experiencia ha lanzado un grito urgente en redes sociales: busca trabajo como cuidador de ancianos, no por gusto ni por lucro, sino por necesidad. Se trata de Deyner Castillo Delgado, profesional de la salud conocido por su entrega en momentos críticos, como la pandemia de COVID-19, cuando trabajó en la sala de atención a pacientes graves en el Hospital Calixto García.
El anuncio de Deyner, publicado en Facebook, no fue un lamento aislado, sino un llamado que desató una verdadera avalancha de apoyo y testimonio.
Más de un centenar de personas, muchas de ellas antiguos pacientes o familiares, han dejado constancia pública de la calidad humana y profesional de este enfermero cubano que hoy se ve forzado a trabajar de manera independiente para sostenerse.
“Usted era el enfermero del Calixto que le salvó la vida a mi madre. No se me olvida su rostro, ni cómo bañaba a los ancianos con dedicación y cariño”, escribió Nadieska Martínez Hidalgo, una de las muchas voces que ofrecieron no solo gratitud, sino también referencias.
La publicación de Deyner no está cargada de victimismo. Al contrario, con palabras sencillas pero firmes, este enfermero cubano deja claro que busca “trabajo honrado”, describiéndose como un hombre trabajador, humano, confiable y sociable. A través de su mensaje, se evidencia una desesperanza crónica: la del profesional cubano que no puede vivir del salario estatal, pero aún así no claudica ante la ética del cuidado.
En los comentarios que siguen al anuncio, se cruzan la ternura, la rabia y la impotencia. Unos lo recomiendan a agencias como TaTamanía, especializadas en cuidados domiciliarios; otros comparten números de WhatsApp, canales de empleo o lo animan a emigrar. Algunos, con ironía amarga, se preguntan si este será uno de los «delincuentes o vagos» de los que habla el discurso oficial cuando se intenta explicar por qué los trabajadores estatales abandonan sus puestos.
La historia de Deyner Castillo no es una excepción. Es un espejo de una realidad donde la salud pública, otrora estandarte de la revolución, se desploma entre escasez, agotamiento profesional y burocracia estéril. Mientras tanto, sus verdaderos héroes —como este enfermero de manos firmes y corazón blando— deambulan entre redes sociales y esquinas de esperanza, buscando trabajo no para enriquecerse, sino simplemente para sobrevivir.
Los que no pueden conseguir nada, a veces terminan hurgando, «disfrazados de mendigos», en los latones de basura. ¿Verdad, ex Ministra?
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