El pasado año la cantante cubana Laritza Bacallao cantó el himno nacional de Estados Unidos en la ceremonia del 4 de julio en la casa del embajador de ese país en La Habana. En ese entonces las relaciones bilaterales estaban en un mejor momento y la Bacallao obtuvo «el permiso» de las autoridades locales para interpretar el himno del «enemigo». Este año las cosas han cambiado. La Administración de Donald Trump ha arreciado las medidas contra la isla y el jefe de su misión diplomática en La Habana Mike Hammer,está en el punto de mira de las autoridades por sus continuos recorridos por las provincias de la isla donde según ha explicado se reúne con cubanos comunes y corrientes, gente de pueblo, para decirlo de la mejor manera.
En este contexto se conoció que la artista invitada a interpretar el himno de Cuba fue presionada para que no lo hiciera según dijo Hammer, quien no mencionó el nombre de la cantante. No se sabe si fue la Bacallao, de quien lo último que se supo fue que estaba de cirugías estéticas en Miami u otra intérprete de la isla. Además de la «desconocida» cantante también fueron presionadas o detenidas otras figuras de la sociedad civil cubana o la disidencia para impedir que asistieran a la fiesta estadounidense.
Incluso circuló un video en que miembros de la policía o la seguridad del estado se acercaron a un vehículo de la embajada estadounidense que recogía a la periodista independiente Camila Acosta y a su pareja, el escritor Ángel Santiesteban Prats, para impedirle que los trasladaran hasta la celebración.
Todo esto denota la tensa relación bilateral entre ambos países que se ha acrecentado por las nuevas medidas aplicadas por el gobierno de Donald Trump contra el aparato del estado cubano y sus brazos económicos como Gaesa. El gobierno de Díaz-Canel, en medio de una grave crisis, culpa de la debacle económica al embargo estadounidense sin mencionar los millonarios fondos que ha recibido de países como Rusia para restablecer el sistema eléctrico nacional, mientras hace silencio ante las criticas por la construcción desmedida de hoteles sin un turismo que respalde la inversión.