Una fuerte explosión sacudió la tarde del miércoles el barrio de San Juan de Dios, entre Tirry y San Diego, en la ciudad de Matanzas. Según el relato publicado por el comunicador Christian Arbolaez, el estallido de una planta eléctrica desató un incendio que arrasó, sobre todo, el piso superior de una casa familiar. No se reportaron heridos, pero los moradores —entre ellos niños y adultos mayores— perdieron casi todas sus pertenencias. Vecinos acudieron de inmediato para auxiliar y dar refugio a la familia afectada, según el relato de testigos compartido en redes locales.
La versión de los presentes apunta a la explosión del generador como chispa inicial del siniestro. Un reporte de prensa independiente que recogió testimonios del vecindario describe un escenario coincidente: detonación del equipo, propagación rápida de las llamas y saldo material devastador, aunque sin víctimas.
El incidente ocurre en medio de una etapa particularmente crítica para el sistema eléctrico cubano.
En los últimos días, la salida de servicio de la termoeléctrica Antonio Guiteras y otros problemas de generación provocaron un apagón nacional y prolongados déficits de oferta, lo que empuja a miles de hogares a depender de plantas portátiles para conservar alimentos o alumbrarse durante los cortes. En paralelo, la Unión Eléctrica ha venido advirtiendo desde agosto de elevados faltantes diarios —por mantenimiento, averías y escasez de combustible—, un contexto que previsiblemente multiplica el uso doméstico de generadores con los riesgos asociados, señala Cubadebate.
Los bomberos y servicios de emergencia no han divulgado todavía un parte oficial detallado sobre la vivienda siniestrada; sin embargo, hechos recientes ilustran los peligros que conllevan las conexiones improvisadas y el abuso de estos equipos. En Jagüey Grande (Matanzas), por ejemplo, páginas locales reportaron la muerte por electrocución de un joven durante un apagón, en un suceso vinculado a manipulaciones eléctricas en el hogar.
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Especialistas en seguridad recomiendan medidas básicas cuando se emplean plantas: instalarlas en exteriores bien ventilados, lejos de puertas y ventanas; usar transfer switches certificados para evitar “retornos” de corriente; desconectar electrodomésticos de alto consumo al encender el equipo; y mantener extintores a mano. En jornadas de apagones extendidos, aconsejan limitar las horas de operación para evitar sobrecalentamientos y revisar periódicamente cables y mangueras de combustible.
Sin embargo, no son pocos los que desconocen estas medidas y hasta en ocasiones las minimizan, dando lugar a lamentables accidentes que en ocasiones acarrean la pérdida de vidas humanas. La escena, repetida ya demasiadas veces en la isla, vuelve a colocar el foco en una doble urgencia: la necesidad de estabilizar el servicio eléctrico y, mientras tanto, reducir al mínimo los riesgos domésticos asociados al uso masivo de generadores.
En otros casos, el daño es material, pero considerable. En este caso que ahora nos ocupa, la solidaridad vecinal ha sido el primer dique de contención para la familia damnificada: recolección de ropa, alimentos y materiales, y alojamientos temporales ofrecidos “de casa en casa”.
Que en esta ocasión no haya que lamentar víctimas es un alivio. Pero el humo que ayer se elevó sobre los techos de San Juan de Dios es recordatorio tangible de que cada apagón prolongado trae consigo una cadena de decisiones de alto riesgo. Y que, sin un marco de prevención más claro —y sin luz estable—, la suerte seguirá jugando demasiado cerca de la candela.
