Oficialismo critica a peloteros que «traicionaron la causa colectiva»

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Si se hace un repaso sobre los equipos de béisbol de Cuba y sus integrantes, las anécdotas de cómo les han llamado y cómo se han visto ellos mismos serían incomparablemente menores a aquellas relativas a los peloteros de esos equipos que abandonaron las delegaciones en plenas competiciones.

Les han llamado «desertores» -y no, no son militares.

El difunto Fidel Castro, exgobernante de Cuba, fue el hombre que más adjetivos tuvo para peloteros como René Arocha y José Ariel Contreras, por mencionar dos ejemplos. Cuando se refirió a ellos dijo que:

  • se habían cambiado por pitusas
  • se habían dejado llevar por los cantos de sirenas
  • habían sido deslumbrados por la pacotilla capitalista
  • habían traicionado a su pueblo
  • se convirtieron en mercancía del imperio
  • habian cambiado a millones de cubanos por unos pocos dólares

Y hasta en algún momento les desearon, o les auguraron, que ni siquiera tenían calidad para jugar en Doble A.

Han pasado ya 60 años de «traiciones», y los dirigentes deportivos de Cuba y la prensa oficialista siguen sin entender el fenómeno.

Es verdad que ya no repiten el discurso cansino del Fidel Castro -aquella comparación con los pitusas o los pocos dólares- porque la realidad ha demostrado que la calidad de los peloteros cubanos es tanta que no hay fábrica de pitusas que los pague; y aquello de «unos pocos dólares» siempre fue una mentira para menospreciarlos, a sabiendas de lo que él mismo sabía, y para ocultar el dolor que le causaba en el tracto rectal cada vez que un pelotero se quedaba.

Ahora seis miembros del equipo «patriótico» que asiste al mundial sub-23 de ese deporte en Ciudad Obregón (México) escaparon de la delegación, y el periodista Joel García León, colaborante activo del Departamento de Seguridad del Estado, escribe en el diario Trabajadores una nota en la que afirma que los peloteros cubanos son «los únicos impulsados a traicionar la causa colectiva de un equipo nacional para aspirar a jugar en la Major League Baseball (MLB)».

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«Tener que enfrentar un torneo con la presión adicional de no saber quién será el próximo en quitarse el uniforme de las cuatro letras no la tiene ninguna de las 11 formaciones de esta justa. Y otra vez el rollo de la película comienza por lo político y no por lo deportivo, aunque muchos se confundan y quieran ver la paja ajena en Cuba», dice párrafos más adelante este pálido periodista deportivo, cuyas críticas a la Federación de Béisbol de Cuba, cada vez que esta ha hecho algunas de las suyas, no pasan de ser pálidos análisis.

Sí, cuando se trata de «hacerle la pala» a la Federación de Béisbol de Cuba, la FBC sabe que puede contar con Joel García.

Otra vez García, que hace cinco años atrás no hubiese escrito una letra en favor de que los peloteros cubanos se insertasen en la MLB; el hombre que jamás se atreverá a cuestionar a ningún dirigente cubano por el malvivir de cientos de glorias deportivas cubanas, y el periodista deportivo cubano que más le haló la leva a Higinio Vélez en Cuba, se agarró del clavo en el cual sí se quemaron otros -y fueron quemados otros tantos- para criticar a la administración de Donald Trump por borrar el acuerdo entre la Federación Cubana de Béisbol y la MLB, firmado en diciembre del 2018, «que permitía la contratación de jugadores nuestros por cualquiera de los 30 equipos de las Grandes Ligas sin incurrir en actividades ilícitas, ser víctimas del tráfico de personas, abandonar un equipo nacional en el exterior, ni romper nexos con el lugar que los vio nacer», a sabiendas de que ese acuerdo no es siquiera, lo mejor que pudo lograrse.

«¿No es desangrante, agotador, avasallador y hasta burlesco formar peloteros para una maquinaria que se beneficia del talento sin tan siquiera abonar nada por el derecho de formación? ¿Es Cuba hoy la cerrada cuando desde hace más de ocho años aprobó los contratos profesionales y ha firmado expedientes con ligas de Japón, México, Canadá, Venezuela, Nicaragua, Colombia, Italia, entre otros?», se pregunta García, que bien pudiera hacerse esa misma pregunta con relación a cientos de deportistas cubanos de otras disciplinas que abandonaron el país, y en los que ni el embargo, ni Trump, ni las administraciones de los EE.UU. tienen o tuvieron algo que ver.

Garcí, hasta ha tenido la dicha de, amparado en lo periodístico, poder mencionar el nombre de los «traidores»: Luis Danys Morales, Uber Luis Mejías, Loidel Rodríguez, Diasmany Palacio, Reinaldo Lazaga y Dariel Fernández; algo que muchísimos otros colegas periodistas como él hubiesen querido hacer, para respetar las más elementales reglas del periodismo, pero el gobierno cubano, el mismo que defiende García desde sus «colaboraciones» con el agente que lo atiende, jamás se lo permitió.

«Contra ninguna de sus aspiraciones personales, deportivas y económicas nos oponemos, pero el método de hacerlas realidad no es aplaudible. Y menos en pleno certamen», critica García, pero la realidad es que el gobierno que él defiende no deja otras soluciones a la vista.

Basta que García haga un listado de los muchos deportistas cubanos que hoy viven en la miseria, mientras no pocos dirigentes deportivos viven en la opulencia, para darse cuenta que no se trata de abandonar una delegación en plena competencia, sino de aprovechar las oportunidades que te da la vida, porque el castrismo ciertamente te da muy pocas. Y a veces hasta te las quita, y te mata lentamente en vida, por unos pocos dólares. Cualquier duda, leer la historia de Pedro José «Cheíto» Rodríguez.

No se trata de abandono, aunque bien pudiera hablarse del abandono que pudieran enfrentar esos mismos peloteros si se quedan a vivir en Cuba, porque, ¿qué puede ofrecerles para el futuro la Federación de Béisbol de Cuba a Luis Danys Morales, Uber Luis Mejías, Loidel Rodríguez, Diasmany Palacio, Reinaldo Lazaga y Dariel Fernández? Nada. Sencillamente nada.

Si alguien sabe de esto, es el Capitán de Capitanes, Antonio Pacheco. Pregúntenle a él, que retirado después de habérselo dado todo a la «Patria», decidió quedarse en Canadá y brincar la frontera hacia los EE.UU. para lograr el sueño que nunca le ofrecieron en Cuba.

¡Y si alguien se merecía la gloria dentro de Cuba era Antonio Pacheco!

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