Si los próximos 110 años que le quedarían por vivir a Machado Ventura -según es su deseo- se los pasa inmiscuyéndose como hasta ahora en las decisiones fundamentales de la política, la sociedad y la economía cubanas, bien duras que se las verán los residentes en la isla. Por suerte, el vejete, uno de los más antiguos dinosaurios que aún tienen un puesto en el Comité Central, anuncia que se va. O al menos eso dejó entrever.
Convertido desde hace ya una caterva de años en un verdadero seboruco en el camino hacia las transformaciones sociales en la isla, Machado Ventura ha devenido una pieza incómoda en más de un momento y lugar.
A él se le achacan no pocas «reticencias» que dieron al traste con ideas dizque renovadoras, casi siempre escudándose el veterano en que hacerlo era traicionar las ideas socialistas y de la mal llamada Revolución.
Por ejemplo, la demora de la entrada de la internet en Cuba -aseguran- fue idea de Fidel Castro primero, y de Machado Ventura después.
A él se le atribuyen no pocos descalabros de funcionarios, ministros y dirigentes, entre los que destacan la destitución de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, precisamente -entre otras cosas- porque estos dos fueron sorprendidos burlándose del viejo, no tanto por viejo sino por todos los peros y frenos que ponía e imponía en las «transformaciones» o renovaciones que Lage, por ejemplo, quería o pretendía impulsar.
Machado Ventura, por ser, ha sido hasta responsable de algún que otro «chivatazo».
Según se cuenta, fue él quien presionó para que sancionaran al exdirector del Granma, Pelayo Terry Cuervo por cerrar una edición del libelo sin incluir una reseña sobre la «gloriosa revolución de Octubre» en uno de sus aniversarios. Y hasta dicen que se rehusó una vez a irse de las altas esferas, porque todavía se consideraba útil.
Desde hace ya una década se ha convertido en una especie de viajero gubernamental por los campos agrícolas, donde se le ha visto repetidamente exigiéndole más al campesinado, sin siquiera asegurarles una lima para afilar las guatacas y los machetes.
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Ahora, este reptil del Pleistoceno confiesa que «quisiera durar 200 años», en una serie de entrevistas publicadas por el órgano oficial del Partido Comunista que él manichea a sus anchas en las que asegura: «Yo me voy ya».
Ser el representante más acérrimo de la llamada «línea dura» dentro de la jerarquía raulista, le ha conferido a Machado Ventura más el sambenito de temido que el de querido; pero a él no le importa. Ni le ha importado.
Siempre contó con la bendición de los hermanos Castro. Ya con ese salvoconducto se movió a sus anchas por todo el país mandando y ordenando tanto como esos dos.
Su retahíla de cargos se resume en una extensa presencia en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba y en su Buró Político desde su fundación en el año 1975. Llegó a ser incluso vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, de 2008 a 2013, así como Segundo Secretario del Partido desde 2011 hasta abril de 2021.
De lo dicho ahora -que por supuesto, no reproduciremos aquí- no hay mucho que se destaque.
Otra vez insiste este viejo en descubrir el agua tibia, al mencionar los problemas que enfrenta el país sin aportar una sola solución; y hasta habla de que hay que «preparar al pueblo para que pueda subsistir y a la vez desarrollarse».
Si alguien conoce de subsistencias, pero sin miseria en la mesa, es él. Machado Ventura.
Habló de los cambios en el contexto internacional, e intentó desmentir que hubiesen microfracciones en el seno de la cúpula gobernante. Habló del imperialismo. De Fidel. De Díaz-Canel. Momentos en los que se confesó estar «claro de la cabeza».
Pero, ¿está claro de la cabeza Machado Ventura? Bueno, al menos eso parece cuando dijo «Yo me voy ya».
Ojalá lo cumpla pronto.
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