La noticia de varias pérdidas humanas ha conmovido a comunidades distintas del país en los últimos días, dejando constancia de cuánto se echa de menos a quienes dedicaron su vida al servicio público, la cultura, la ciencia o la dirección de instituciones.
En Managua, Cuba, el fallecimiento del doctor Adrián Gómez estremeció a vecinos y pacientes que lo conocieron durante décadas como pediatra del policlínico local.
A través de redes sociales, madres y padres recordaron su infinita paciencia, su rigor profesional y la confianza que inspiraba. “Siempre fue un faro para nosotros”, escribió un vecino, mientras otros recordaban anécdotas personales de sus consultas.
En Santiago de Cuba, la emisora provincial CMKC informó la muerte de Juan Antonio Rivas, estadístico del deporte y figura inseparable de las transmisiones radiales durante más de cuarenta años.
La radio lo despidió como “el Rey de los números”, un hombre que convirtió la estadística en un arte y que acompañó la historia del béisbol cubano a través de series nacionales, selectivas y torneos juveniles. Colegas, oyentes y amigos lo despidieron como una voz imprescindible de la cultura deportiva del oriente cubano.
También en el ámbito académico, el profesor Iván Román Suárez, doctor en ciencias y referente del Instituto de Cultura Física Manuel Fajardo, falleció en La Habana. Sus colegas lo describieron como un “Titán del conocimiento” y un científico con reconocimiento internacional. A su faceta profesional se suma el aprecio humano de generaciones de estudiantes que lo recuerdan como un guía cercano y exigente.
Otra noticia dolorosa fue la partida de Ruperto Arias Palu, dirigente y cuadro de dirección en diferentes instituciones estatales. Compañeros de trabajo y vecinos lo recordaron como un hombre íntegro, capaz de liderar con firmeza pero también con sensibilidad, entregado a misiones complejas y con un fuerte sentido de responsabilidad.
En el campo de la salud también se lamenta la pérdida del doctor Pablo Miguel Guerra Piñero, estomatólogo con más de cuatro décadas de labor profesional. Sus colegas resaltaron la huella que dejó como director y compañero de trabajo, así como su disposición para enseñar y acompañar a los más jóvenes. El occiso al parecer era oriundo del poblado de Quivicán, en la antigua provincia de Habana campo.
La cultura popular, por su parte, despidió a Adolfo Núñez Linares, conocido en Camajuaní como “Chocolate”. Electricista del barrio Santa Teresa y miembro activo de las parrandas, fue recordado por su ingenio en la iluminación de carrozas y su aporte como músico de la Banda Municipal. La comunidad lo despidió como un verdadero “parrandero mayor”, un artista popular en el más amplio sentido.
Los seis nombres dejan tras de sí un vacío en sus entornos y también la certeza de que sus vidas, atravesadas por la entrega profesional y la cercanía humana, seguirán resonando en la memoria de quienes los conocieron.
