La absurda campaña “Guardianes de mi Bodega”, promovida por el régimen cubano como solución mágica a los constantes robos en los comercios estatales, ha dejado su primer saldo trágico. Un anciano de la localidad conocida como “La Colorá”, en Holguín, fue brutalmente golpeado, asaltado y dejado amarrado por varios delincuentes mientras intentaba cumplir con su «deber revolucionario» de custodiar la bodega del barrio.
La historia, denunciada por el activista Saúl Manuel en redes sociales, ha generado una ola de indignación y tristeza. Según sus palabras, al anciano lo “asaltaron, golpearon y lo dejaron amarrado”. Existen imágenes del hecho, tomadas antes del rescate, pero por respeto a la dignidad de la víctima, muchos activistas han decidido no compartirlas públicamente por lo crudas y dolorosas que resultan.
Este “guardián” —eufemismo con el que el gobierno intenta disfrazar el uso de ancianos, vecinos y voluntarios mal pagados como escudos humanos ante la creciente ola delictiva— simplemente cumplía con su parte del “plan” oficial, que incluye desde rondas nocturnas hasta grupos de WhatsApp para avisar si viene el ladrón. Todo esto, sin recursos, sin armas, sin seguridad, y sin más recompensa que una limosna estatal que ni siquiera cubre una semana de arroz y chícharos.
En los comentarios al post, muchos expresaron su rabia ante lo sucedido. “Ese anciano, con lo que aportó a la Revolución, debería estar descansando en su casa”, escribió una usuaria. Otros recordaron que “La Colorá” ha sido históricamente uno de los barrios más peligrosos de Holguín, lo cual hace aún más irresponsable que el gobierno incentive a personas vulnerables a desempeñar estas funciones sin garantías reales de seguridad.
La campaña de “Guardianes de mi Bodega” parece así convertirse en un cruel experimento que convierte a ciudadanos desesperados en carne de cañón. Mientras tanto, los verdaderos responsables de custodiar el orden y la distribución de alimentos —las autoridades policiales y gubernamentales— brillan por su ausencia.
El viejo solo quería ganarse unos pesitos para sobrevivir. Hoy, está golpeado, humillado y atado. ¿Quién da la cara por él? ¿La ministra del Comercio Interior? ¿El primer secretario del Partido en Holguín? No. Como siempre, el silencio oficial es ensordecedor.
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