Joven de Mayarí muere en accidente de moto: conmoción y dolor por la pérdida de Serguey Castillo

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La noticia del fallecimiento de Serguey Castillo ha sacudido profundamente a la comunidad de Mayarí, en Holguín. El joven, muy querido por amigos, vecinos y familiares, perdió la vida en un accidente de tránsito tras impactarse en su moto contra un automóvil. La tragedia ocurrió recientemente y ha dejado tras de sí una estela de mensajes desgarradores, muestras de cariño y una pregunta compartida por muchos: ¿por qué alguien tan joven, lleno de vida, tuvo que irse tan pronto?

Serguey no era una figura pública ni un influencer, pero bastaba una conversación con él —según quienes lo conocieron— para ganarse un lugar en el corazón.

Decenas, más bien cientos, de mensajes en redes sociales lo despiden con palabras como “mi hermano”, “mi primo”, “mi ángel”, “uno de los buenos”. Algunos amigos aún no logran procesar la pérdida, como Alfredo Ochoa, quien escribió que esa misma mañana le dio un abrazo sin imaginar que sería el último. “Cuántas historias, cuántas vivencias, mi sangre… no existen palabras para expresar cuánto dolor”, lamentó.

La familia de Serguey también ha compartido su dolor. Su tía, María Luisa Castillo, expresó entre lágrimas que aún le parece mentira, y que su sobrino ha partido “sin poder abrazarlo”. Otros familiares lo evocan como un joven lleno de salud, siempre alegre, generoso, ocurrente. Su primo, Álvaro Castillo, escribió desde el alma: “Mi hermanito, cuanto dolor manin, te voy a extrañar donde quiera que estés… mi corazón está roto, vuela alto”.

Entre los mensajes destaca un patrón difícil de ignorar: muchos dicen lo mismo sin necesidad de copiarse. “Era de los buenos”. Una frase breve que resume lo que decenas de personas coinciden en señalar. No importa si eran amigos cercanos, compañeros de infancia o conocidos del barrio, todos parecen estar de acuerdo en que Serguey era especial. Un joven alegre, espontáneo, alguien que sacaba sonrisas y tendía la mano cuando se le necesitaba. “Cuando escuchan una moto, mis hijos dicen: tío Serguey”, compartió otro de sus amigos con una mezcla de ternura y devastación.

Aún no han trascendido más detalles oficiales sobre las circunstancias del accidente, pero la conmoción en Mayarí es palpable. Más allá de la cifra fría de una víctima más en la larga lista de accidentes de tránsito en Cuba, este caso ha calado hondo porque pone nombre, rostro y afecto a lo que a menudo se resume en una estadística.

Hoy, en medio del dolor, la comunidad lo despide con velas encendidas en los perfiles, oraciones digitales y abrazos rotos por la distancia. Las palabras “vuela alto” se repiten con frecuencia. No son solo una frase hecha; son el grito de quienes no encuentran otra manera de decir adiós.

Serguey Castillo tenía toda la vida por delante. En su ausencia, queda una comunidad herida y una memoria colectiva que se niega a dejarlo ir. Como escribió uno de sus amigos: “La vida nos separó, pero nos volveremos a encontrar. Éramos de los buenos”.

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