Hasta en Macedonia del Norte la dimisión de la Ministra de TSS en Cuba, es noticia

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La renuncia de Marta Elena Feitó Cabrera, hasta hace unos días ministra de Trabajo y Seguridad Social en Cuba, ha rebotado por todo el mundo. Literalmente. Desde Estados Unidos hasta la República de Macedonia del Norte, medios de prensa han reseñado con estupor sus declaraciones negando la existencia de mendigos en la isla. El diario macedonio Sloboden Pechat fue claro: “La ministra del Trabajo cubana se ve obligada a dimitir tras decir que en el país no hay mendigos”.

La tormenta comenzó cuando Feitó afirmó durante una sesión de la Asamblea Nacional que en Cuba no existían personas en situación de calle, y que quienes hurgaban en la basura lo hacían “voluntariamente”, como parte de una actividad informal de reciclaje. Esa afirmación —leída desde cualquier país con una crisis social— habría generado indignación. Pero en Cuba, donde la imagen de personas comiendo de los contenedores es parte del paisaje urbano, fue interpretada como un insulto directo.

Lo demás fue una bola de nieve: el economista Pedro Monreal ironizó en X (antes Twitter) que “probablemente hay gente disfrazada de ministros”; activistas e intelectuales firmaron una carta pública exigiendo su dimisión, y hasta el propio Díaz-Canel, sin nombrarla, advirtió que los dirigentes no pueden vivir de espaldas a la realidad. La ministra cayó. Pero el sistema quedó intacto.

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Medios como El País, Le Monde, Deutsche Welle, Reuters, Infobae y hasta 20 Minutos recogieron el escándalo. La cobertura fue tan amplia que llegó hasta Loop Jamaica, portales lusófonos africanos y, por supuesto, la prensa europea del Este. En total, más de 40 medios internacionales han cubierto el tema, según revisión de buscadores y monitoreos abiertos.

Sin miedo al éxito y aprovechando la coyuntura: ¿por qué no aprovechan y van desfilando de uno en fondo?

En Cuba, las dimisiones ministeriales no son habituales. Mucho menos cuando se trata de altos cargos. Ni tampoco tan rápido. Por eso la renuncia de Feitó Cabrera no fue solo un acontecimiento administrativo, sino una grieta política. Y los cubanos lo saben.

En redes sociales se ha multiplicado el clamor: “ya que se fue una, que se vayan todos”. Y la lista empieza por los 470 diputados que aplaudieron a la ministra al término de su intervención; especialmente por «los 12 apóstoles» que intervinieron después de ella. ¿Por qué nadie le cuestionó en ese momento sus palabras? ¿Por qué tanto fervor y unanimidad para alguien que acababa de decir una barbaridad?

Uno de los escasos diputados que hasta ahora se ha mantenido en silencio, sin sumarse al repudio colectivo, es Gerardo Hernández Nordelo, amigo político muyyyyyyyy cercano de Feitó. La conexión entre ambos no es un secreto: fueron figuras prominentes en el aparato estatal, compañeros de tribuna ideológica y cómplices de línea. Y quién sabe si algo más.

La realidad es que la frase de Feitó no fue un desliz. Fue un síntoma. El reflejo de una casta que vive ajena a la pobreza de la que se supone debe protegernos. Una burbuja burocrática donde la miseria se niega, se oculta o se maquilla con tecnicismos.

Una ex colega de estudios, que fue en su momento una figura cercana a la alta nomenclatura aseguró bajo anonimato, que el desprecio con el que muchas veces los altos dirigentes se refieren al pueblo es «pan de cada día».

«M.L», pareja de un alto funcionario de la UJC en la isla, aseguró que en su divorcio, «entre otras cosas, tuvo mucho que ver el distanciamiento» que su pareja, y sus jefes, «tenían con relación al pueblo». «M.L», afirma, que en una ocasión, en 1993, que compartió mesa con Gerardo Contino, Felipe Pérez Roque, Roberto Robaina, Otto Rivero, y otros dirigentes, Pérez Roque hizo referencia al modo voraz con el que Rivero comía, y le dijo que «aprovechara», que «allá afuera no se come así».

Por eso, no basta con la renuncia de Feitó, pues el resto son cortados con la misma tijera. Y de muestra un botón: cuando en plena COVID-19, el Primer Ministro Marrero se refirió con desprecio inaudito hacia los médicos cubanos, nada sucedió, a pesar de que hubo miles de reclamos y denuncias.

Si la Asamblea Nacional quiere recuperar algo de legitimidad —o simplemente de respeto—, sus integrantes deberían al menos reconocer el error colectivo. Porque no fue solo ella: fue el sistema que la aplaudió. Y si tan dispuestos están a hacer «autocrítica revolucionaria», ya va siendo hora de convertir la silla vacía de Feitó en la primera de una larga fila.

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