La familia del médico cubano Yoel Roberto Nápoles Ravelo, quien murió baleado por varios oficiales del Departamento de la Policía Metropolitana de Louisville (LMPD) en Kentucky, Estados Unidos, el pasado jueves, ha acudido a las redes sociales para pedir justicia.
“Me han matado a mi nieto de 32 años. La policía de Estados Unidos. En su propia casa, delante de sus padres, con la Biblia en la mano. No tengo vida”, escribió destrozada en Facebook la abuela del joven, Moraima Alarcón, quien vive en Santiago de Cuba.
Medios locales informaron que el muchacho estaba armado con un cuchillo y llevaba la Biblia cuando fue abatido a tiros por tres agentes, aunque este martes Alarcón resaltó que, cuando salió de su vivienda, “con la Biblia en las manos”, le dispararon cinco veces en el pecho, “como si fuera un paredón de fusilamiento”.
Con profunda tristeza, la señora repitió que la policía de Estados Unidos mató “a Yoelito” delante de sus padres y de su hermana a las afueras de su casa, ubicada al suroeste de la ciudad de Louisville.
“Él se sentía muy mal. Estaba inconsciente y él mismo llamó a la ambulancia y a la policía como un socorro”, explicó Alarcón.
“Yo estoy como muerta” porque “lo escuché todo”, añadió la abuela que, “en el momento en que llegó la policía”, estaba “conectada” hablando con el padre del muchacho.
También Kelly Nápoles, la hermana del fallecido, pidió ayuda para dar a conocer lo sucedido y “evitar que se repita con otro hermano o hermana latina”.
“Fue injustamente asesinado por el sistema en que tanto confió y le falló. Solo pido justicia y apoyo de todas las personas que lo conocían y sabían que era un chico excelente, sin ningún récord criminal. Pido también que lo tengan en oración”, expresó la joven al abrir una recaudación de fondos en memoria de su hermano.
Joel Gómez, el papá de Nápoles, contó a WDRB que su hijo parecía nervioso y comenzó a limpiar todo después de que se despertó el jueves 25 de julio.
“Pensamos que algo estaba pasando”, añadió el padre porque “todo el día estuvo concentrado en entrar y salir del garaje, dentro y fuera de la casa, dentro y fuera del auto. Estaba muy nervioso”.
A medida que avanzaba la tarde, los intentos de la familia por calmar al joven no fructificaron.
Nápoles intentó llamar al 911 y, aunque insistieron en calmarlo, porque estaba haciendo mucho ruido, siguió entrando y saliendo de la casa.
La versión de la familia ratifica que fue la propia víctima quien “llamó al 911 porque quería ayuda médica”, ya que creía que “estaba teniendo alucinaciones”.
De acuerdo con la misma fuente, los familiares de Nápoles “confiaban en que los oficiales del LMPD y otras personas en el lugar los ayudarían”.
A tenor con la familia, Nápoles no estaba tomando ningún medicamento, pero estaba en fisioterapia tras sufrir un accidente automovilístico en Miami y pidió ir al hospital.
Tras calificar lo ocurrido como una tragedia, el jefe interino del LMPD, Paul Humphrey, dijo que los agentes que respondieron a la llamada de emergencia intentaron hablar con Nápoles fuera de la casa, pero él salió con un cuchillo en la mano y comenzó a avanzar hacia ellos.
Humphrey subrayó que los oficiales utilizaron armas menos letales para intentar detener al hombre, pero luego abrieron fuego y dispararon varias veces.
La familia del inmigrante, ya convertido en ciudadano estadounidense, ha cuestionado la respuesta al episodio de salud mental que sufrió Nápoles, quien hablaba inglés perfectamente, por lo que habría entendido las órdenes de los agentes.
Por su parte, la Unidad de Integridad Pública del LMPD precisó que está investigando el caso y que, según el protocolo del departamento, las imágenes de las cámaras corporales se harán públicas en los diez días posteriores al incidente.
La prensa local apuntó que, de los tres agentes que dispararon contra Nápoles, solo uno tenía una queja disciplinaria hasta el momento, aunque había sido exonerado.
