Ernesto Cárdenas, el joven de 33 años que murió en el Saratoga

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Ernesto Cárdenas Gómez no llegó a cumplir sus 34 años, que celebraría el próximo 26 de agosto. La cotidianidad de su existencia se interrumpió abruptamente el 6 de mayo de este año, a las 10:51 de la mañana, mientras decoraba el lobby del Hotel Saratoga, para lo que se habían contratado sus servicios como parte de la cooperativa Ensamble del Fondo Cubano de Bienes Culturales.

Junto a su vida, desapareció la última huella profesional en el mundo de este joven, egresado en 2018 de la sexta graduación del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana donde cursó estudios de Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico Cultural. Previamente se había formado como carpintero ebanista en Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos de la Oficina del Historiador de La Habana.

Su cuerpo no apareció al momento. Durante un tiempo sus familiares y amigos aguardaron esperanzados durante un día porque apareciera vivo, porque sobreviviera la explosión que destruyó el edificio y numerosas existencias, añadiendo otro jalón al mapa del dolor cubano. Porque alguien respondiera a la petición hecha a través de un cartel donde se identificaba como desaparecido y aparecían tres números de teléfono listos para recibir cualquier información.

Ceremonia de recordación en Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana

Su prima por parte de padre, Amanda Rodríguez Castellanos esperó por él. Y supo de su muerte entre los primeros. Pero tuvo que seguir esperando frente a la osamenta del Saratoga, por otra prima, esta vez del lado materno, que al final también perdería la vida: Claudia Castellanos Antuz, de 30 años, que se desempeñaba como contadora del hotel.

Ernesto ha sido lamentado por numerosos compañeros más o menos cercanos a él durante su etapa de estudiante, pero que lo reconocían por su energía afable y la facilidad natural con que invitaba a la simpatía. Las referencias parecen ser mucho más que la simple apología de rigor tras la muerte ennoblecedora.

Según la semblanza publicada por el Colegio San Gerónimo resalta que su tesis de licenciatura titulada “Propuesta de conservación del patrimonio edilicio de madera del Central Hershey” y “sintetiza su talento personal y profesional con las habilidades y conocimientos adquiridos en ambos niveles de enseñanza. Su resultado fue, por tanto, excepcional y valioso”. ¿Quizás esta propuesta será escuchada un poco más ahora y contribuya a la preservación de este sitio? ¿O quedará archivada como una memoria muda del tránsito de Ernesto por esa institución y por el mundo?

El Colegio señala que por “su trayectoria estudiantil y su excelencia, completó el ideal de graduado forjado en las instituciones docentes promovidas por la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana. Fue, en resumen, un estudiante comprometido, que se ganó el afecto de sus compañeros y profesores por su humildad, sinceridad, respeto, generosidad y gratitud”.

¿Adónde irá a parar el libro de condolencias que unos días atrás se abrió en este lugar para dejar constancia de los pesares que provocó la muerte de Ernesto? ¿Cuánto permanecerá en este mundo, como recuerdo del dolor que la muerte de Ernesto González provocó en muchos? ¿Cuántos recordarán haberlo firmado dentro de diez, veinte años? La explosión del Saratoga ya se acomoda firmemente en un nicho de la memoria nacional. Así sea para todas y cada una de sus víctimas. 

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