El tuit de Lis Cuesta que apoya a Israel Rojas y que nadie se cree

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A estas alturas, hay que tener una desconexión olímpica con la realidad del país para pensar que un “feliz y productivo intercambio” entre Lis Cuesta y el cantante de Buena Fe es una noticia que alguien fuera del aparato oficial va a celebrar.

Sin embargo, ahí está el tuit: la autoproclamada “primera combatiente” y nunca Primera Dama del régimen cubano anunciando, con entusiasmo impostado, que Israel Rojas estará en su aula del ISA, como figura destacada para consolidar “la academia como lugar para debate en torno a las Industrias Culturales”. Sí, ¡quién lo iba a decir! Lis Cuesta, tiene un aula en el ISA.

¿Debate? ¿Con Israel Rojas?

La reacción ha sido tan predecible como reveladora. Lo que muchos leyeron fue otra muestra de cinismo. Porque si de “creadores que rompen barreras” se trata, hay una larga lista de artistas, cineastas, músicos y escritores cubanos que han hecho justamente eso: cuestionar los límites impuestos por el poder, hablar con sinceridad, enfrentar censura, cárcel, destierro. Y ninguno de ellos es Israel Rojas.

La pregunta inevitable —y dolorosamente obvia— es: ¿por qué Lis Cuesta no se reunió, por ejemplo, con Yunior García Aguilera o con los cientos de jóvenes que protestaron frente al Ministerio de Cultura el 27 de noviembre de 2020? Ya que mencionamos el 27N, ¿qué hizo Israel Rojas como «creador» ese día? El propio Yunior García nos lo explica.

«El poeta del “bulbo” y la “tiñosa” parece haber olvidado que estuvo presente el 27N, pero no del lado de los artistas, sino encerrado en las oficinas del Ministerio de Cultura.»

El propio Yunior nos recuerda que Israel Rojas, el 11 de julio de 2021 no fue al edificio del ICRT como creador, sino como represor.

«También salió a las calles el 11J, pero no con los manifestantes pacíficos, sino tras recibir la “orden de combate”, alineado con policías y militares vestidos de civil. Llegó al ICRT dispuesto a “dar palos”, aunque tarde: ya nos habían montado en un camión de escombros rumbo al Vivac.»

Pero ya que hablamos de entrevistas para consolidar “la academia como lugar para debate en torno a las Industrias Culturales”, preguntémosnos: ¿Por qué no se entrevistó Lis Cuesta con Juan Pin Vilar, a quien le arrebataron su documental Habana de Fito para convertirlo en propaganda oficial sin su consentimiento? ¿Por qué no habló NUNCA con la Asamblea de Cineastas Cubanos, que ha hecho un ejercicio colectivo de pensamiento crítico sin arrodillarse ante el Partido Comunista de Cuba? ¿Por qué no con Alina Bárbara López o Jorge Fernández Era, intelectuales golpeados y detenidos por pensar, escribir y hablar? ¿Por qué, ni siquiera, con el popularísimo actor Luis Alberto García, o el humorista Ulises Toirac, cuestionadores ambos, desde el más absoluto respeto, de la debacle cultural e institucional que se está viviendo en la isla?

La respuesta es sencilla: porque ninguno de ellos parece encajar en la narrativa oficial. Porque todos han tenido el coraje de señalar que el problema no es el “bloqueo”, ni la “falta de diálogo”, ni la “incomprensión”, sino el poder mismo. Porque han puesto nombre y estructura a la violencia simbólica y real que ejerce el régimen sobre su ciudadanía. Porque, a diferencia de Israel Rojas, no quieren que los inviten al aula «avisados».

Israel, en cambio, es cómodo. Es útil. Y sobre todo, es seguro. Sabe hasta dónde llegar. Le canta al poder (¡si lo sabrá Maduro!) No lo incomoda. Y por eso lo invitan. Porque en Cuba, cuando el poder habla de “diálogo”, en realidad está hablando de monólogo compartido. De ese falso intercambio donde todos deben asentir o callar.

No es ingenuidad. Es cálculo. Israel es el nombre perfecto para lavarle la cara a un sistema que ha echado a patadas a casi todos los creadores incómodos, y echarle las culpas al funcionario de turno. Y Lis Cuesta, en su papel de figura decorativa, no hace más que reforzar lo que ya todos saben: en Cuba, las aulas del ISA no son espacios de pensamiento libre, sino de revalidación del poder.

Las redes le responden a Lis Cuesta

Lo interesante de todo tuit, si no es que le limitan la posibilidad de los comentarios, es que las redes siempre responden. Y en este caso, las redes respondieron, y respondieron fuerte.

“Pensé que era una cuenta falsa”, escribió @unpoetaahi, acompañando su comentario con un enlace al viejo tema “Guajiro y chivatón” de Buena Fe, hoy convertido en objeto de escarnio. @Clitenmestra60 no se contuvo: “La m… al final se reúne con la m…”. Crudo, excesivo, sí. Pero no aislado. Porque cuando el poder insiste en maquillar la realidad con gestos simbólicos huecos, la rabia popular responde sin filtros.

@Dennis88307453 fue directo al punto: “Israel es solo una marioneta del PCC, y tú, mejor ni digo”. La frase resume un sentir compartido: que el “debate” que se promete desde la academia es una puesta en escena para blanquear a los leales, nunca para escuchar a los incómodos. @Elmonodecuba lo dejó claro: “Tú no tienes ni un tin de vergüenza e Israel, menos”. Mientras, @Maikel_Pardo recordaba que “la revolución convirtió los cuarteles en escuelas, y el país en un cuartel”. Qué ironía que ese sea el país que ahora promete debatir sobre gestión cultural.

Lo que se lee en los comentarios no es odio vacío, es memoria. Memoria de exclusiones, de golpizas, de listas negras. De todos los artistas que han sido censurados, exiliados o silenciados por no querer prestarse a este mismo juego: el de simular diálogo donde solo hay propaganda.

Solo tendrán voz los que repitan el guion.

Por eso la gente no lo cree. Porque mientras hay cineastas como Juan Pin a los que les roban sus obras, escritores como Jorge Fernández Era a los que detienen, intelectuales como Alina Bárbara López, y jóvenes como los del 27N que aún esperan justicia, el gobierno elige visibilizar a quien nunca ha dicho nada incómodo, más allá de un par de ocasiones que, al parecer, según las propias palabras de Israel, la gente malinterpretó.

No se trata de Israel Rojas como individuo. Se trata de lo que representa: el artista domesticado, útil, funcional. El que nunca pondrá en jaque al poder. El que ahora se sienta en el aula, no para aprender ni para enseñar, sino para ocupar un espacio que debería pertenecer a quienes sí han dado el pecho por una cultura libre. Ese es el verdadero insulto.

Por eso, el tuit de Lis Cuesta, más que un anuncio, fue una confirmación. En Cuba, el régimen no tolera el pensamiento libre. Solo decora su estructura con los que están dispuestos a no pensar demasiado; y cuando siente que algo pudiera escapárseles de las manos, pero que el artista es «comprometido cien por ciento», lo invitan «a un aula». «A dialogar». A «debatir».

A fin de cuentas – ¡y esto no podemos olvidarlo los que más canas peinamos o no peinamos ninguna! – es que estamos hablando, además, de un poder —el que Lis Cuesta representa con cada frase reciclada sobre cultura, debate y academia— que jamás ha escuchado a los verdaderos creadores cuando estos decidieron hablar con libertad. Un poder que ninguneó a Virgilio Piñera mientras estaba vivo, que lo condenó al silencio más brutal y lo convirtió en nombre incómodo incluso después de muerto. Que empujó al exilio a Reinaldo Arenas por su escritura y su orientación sexual, y que luego intentó borrar su voz de los catálogos, los planes de estudio y hasta de la memoria.

Porque la lista es larga. Cabrera Infante, Heberto Padilla, Antón Arrufat, María Elena Cruz Varela… todos fueron desoídos, golpeados, borrados, vigilados o convertidos en enemigos por atreverse a decir que la cultura no puede tener dueño. Y mientras eso ocurría, siempre había una figura oficial que, como ahora Lis Cuesta, hablaba de integración, de revolución cultural, de vanguardia.

La historia no se repite, se perfecciona en su hipocresía. Y por eso, que hoy se elija a Israel como símbolo de apertura no solo es un insulto al presente: es también una afrenta a toda esa genealogía de escritores, músicos y artistas que sí rompieron barreras, pero pagaron el precio que el poder aún exige a quienes no le rinden pleitesía. El mismo poder que hoy viste de gala un “debate cultural” con Israel Rojas, pero que jamás invitó al aula del ISA —ni lo hará— a los herederos reales de esa tradición crítica que la Revolución despreció desde el inicio.

Por eso, el tuit de Lis Cuesta ni siquiera convence como relato de inclusión. Más bien parece un intento desesperado por construir la imagen de una revolución abierta y moderna, que no teme al debate… siempre y cuando lo conduzca un leal.

Probablemente ni siquiera hubo tal “intercambio productivo”, y mucho menos debate. Tal vez ni se vieron. De hecho, no hay una sola foto que los muestre juntos.

Tal vez solo hacía falta mencionarlo en redes para enviar el mensaje: la academia sigue siendo territorio seguro, vigilado, domesticado. O al menos eso quieren hacer creer ellos. Algunos de los nombres mencionados párrafos encima, los desmienten. Los desnudan.

tal vez debas leer: Controversia por declaraciones de Israel «Buena Fe» Rojas ante medio La Joven Cuba

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