El discurso oficial y la realidad en las escuelas: dos Cubas que no se encuentran

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El contraste entre el discurso oficial y la realidad en Cuba es cada vez más evidente y abrumador, por mucho que Díaz-Canel se empeñe en embarajar el paño ante la prensa extranjera.

Mientras Miguel Díaz-Canel asegura ante periodistas extranjeros que en Cuba no hay presos políticos y que los problemas del país se deben al “bloqueo” estadounidense, madres cubanas se debaten cada mañana entre enviar a sus hijos a la escuela con el estómago vacío o dejarlos en casa. En una reciente entrevista con el periodista brasileño Breno Altman, el mandatario repitió el guion habitual: todo es culpa del exterior, no del modelo que insiste en mantener aun si el embargo desapareciera, como él mismo declaró. Según Havana Times, ni los errores económicos ni la represión son reconocidos como parte del problema.

Sin embargo, la realidad cotidiana lo desmiente a cada paso. Como revela El Toque, niños en toda la isla faltan a clases por falta de comida, ropa, transporte o simplemente por no haber dormido bien tras otra noche de apagón y calor. Madres desesperadas relatan que no tienen gas para cocinar, ni pan para darles algo que llevarse a la boca. Algunos no asisten durante días porque no tienen zapatos. Y cuando llegan, lo hacen a escuelas sin agua potable, con meriendas carentes de nutrientes, y con maestros agotados por la escasez.

En ese otro país que el presidente parece no conocer, la desnutrición y la pobreza están provocando una ola de abandono escolar que no se menciona en la prensa oficial. Según UNICEF, Cuba fue incluida por primera vez en su informe sobre pobreza alimentaria infantil, con niños que consumen solo dos de los ocho grupos alimenticios básicos. Mientras tanto, el gobierno asegura que todo marcha según lo planeado, con “resistencia” y “unidad”.

La desconexión es brutal. En lugar de explicar por qué se construyen hoteles de lujo mientras se cierran aulas, Díaz-Canel recurre a frases grandilocuentes sobre soberanía y dignidad. Pero el hambre no entiende de consignas, y los niños desnutridos no aprenden ni resisten: simplemente dejan de ir a clases. Como denuncia Havana Times, las detenciones arbitrarias, la falta de libertades y el deterioro económico han convertido la protesta en un riesgo inasumible, incluso para quienes solo quieren un futuro mejor para sus hijos.

Esa es la paradoja cubana: un país que dice cuidar a su pueblo mientras lo empuja al éxodo, al silencio o al abandono escolar. Todo mientras sus líderes insisten en una Cuba que ya nadie reconoce.

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