El fin de semana de Acción de Gracias no solo marcó el cierre de una temporada de huracanes que dejó a Florida prácticamente ilesa. También fue el escenario para un nuevo y quizá último envío aéreo de ayuda humanitaria desde Miami hacia el oriente de Cuba, donde el huracán Melissa golpeó con más fuerza a finales de octubre. La operación, coordinada por Catholic Charities de la Arquidiócesis de Miami, llevó alimentos, agua y suministros básicos a cuatro diócesis cubanas afectadas por el desastre.
Melissa llegó a Jamaica como un huracán categoría 5 antes de cruzar sobre Cuba, Haití y República Dominicana. Decenas murieron, especialmente en Jamaica y Haití, pero la precaria situación económica cubana aceleró una respuesta particular desde el sur de la Florida. Tras un llamado de emergencia, donantes locales permitieron organizar hasta cuatro vuelos cargados con alimentos, que suman cerca de 44 000 libras de ayuda.
El 22 de noviembre, Peter Routsis-Arroyo, director ejecutivo de Catholic Charities, viajó a Santiago de Cuba junto al sacerdote Oscar Pérez Dudamel y el laico Raúl Panellas para acompañar uno de los envíos y garantizar que la ayuda llegara a manos de la Iglesia cubana. Los recibió en el aeropuerto el obispo Silvano Pedroso Montalvo, de la diócesis de Guantánamo-Baracoa, cuyas comunidades figuran entre las más golpeadas por el huracán.
La visita, aunque breve, permitió constatar daños visibles: árboles derribados, techos afectados y un paisaje todavía marcado por el viento. También llevó a la delegación hasta el Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad del Cobre, donde, pese a algunos daños menores, feligreses se mantenían en oración. Para Routsis-Arroyo, la escena subrayó una realidad contundente: décadas después de la revolución, la Iglesia sigue siendo uno de los pocos actores constantes en la atención a los más vulnerables.
Las operaciones humanitarias no son nuevas para la Arquidiócesis de Miami. Según el arzobispo Thomas Wenski, en los últimos cinco años han enviado unos 45 contenedores de ayuda a Cuba. Y aunque este cuarto vuelo podría ser el último por aire, las autoridades eclesiales prevén continuar los envíos por mar, siempre que las circunstancias lo permitan.





