Díaz-Canel respalda a ETECSA: «En el mundo hay millones de personas sin internet»

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En medio de protestas por el tarifazo de ETECSA, Díaz-Canel recurre a una comparación absurda: que hay millones en el mundo sin internet.

La frase, similar a muchas otras que SIEMPRE pretenden justificar lo que está mal, haciendo alusión a que otros están peor, ha sido percibida como una burla al pueblo cubano.

El mandatario optó por infantilizar al pueblo cubano, sugiriendo que debería sentirse afortunado de tener siquiera una conexión precaria.

El intento de Miguel Díaz-Canel de justificar, ayer, el tarifazo de ETECSA con la frase «en el mundo hay millones de personas sin internet ni telefonía móvil» no ha sido recibido muy bien por los cubanos. De hecho, ha sido recibido por muchos cubanos como una burla ofensiva.

La afirmación fue hecha durante su podcast oficial Desde la Presidencia, transmitido por la televisión estatal. En lugar de reconocer el error de imponer un alza abusiva en los servicios de telecomunicaciones en medio de una crisis nacional, el mandatario optó por infantilizar al pueblo cubano, sugiriendo que debería sentirse afortunado de tener siquiera una conexión precaria.

La emisión tenía como fin supuestamente dar explicaciones sobre las nuevas tarifas, pero terminó reforzando la imagen de un gobierno desconectado de la realidad ciudadana y de una persona que no debería estar dirigiendo los destinos de toda una nación. Paralelamente fue otra muestra más de periodiscurso unilateral, ese que no admite contrarréplica y que incluso, afirma cosas, sin mostrar las evidencias que reafirmen lo dicho.

El hecho de que existan millones de personas en el mundo sin internet no justifica que, en Cuba, se cobre una fortuna por un servicio ineficiente y limitado. La comparación es burda y carente de lógica: es como decir que, porque hay países en guerra, los cubanos deberían agradecer el apagón constante y el desabastecimiento. O sea: que debemos sentirnos afortunados de vivir en un país que se parece a la franja de Gaza o a Haití, pero que no es ni uno ni otro porque se está, un tilín mejor.

El uso sistemático de este tipo de argumentos revela una estrategia discursiva destinada durante décadas en Cuba a desmovilizar la crítica ciudadana y fomentar la resignación: si otros están peor, no tienes derecho a quejarte. Pero Cuba no está comparándose con los peores. Durante años, el propio gobierno se ha jactado de sus «logros» en materia de educación, salud y tecnología. Ahora, cuando se exige conectividad real y precios justos, la respuesta es el conformismo.

Un recurso psicológico para callar la protesta

Desde el punto de vista psicológico, la frase de Díaz-Canel es un ejemplo claro de racionalización, un mecanismo de defensa mediante el cual se intenta justificar decisiones o situaciones inaceptables con argumentos que suenan lógicos pero que solo sirven para eludir la autocrítica. Es también una forma de comparación social descendente, en la que se intenta reducir la disconformidad ciudadana señalando que hay quienes están peor. Así se perpetúa un discurso de resignación, desmovilización y culpa colectiva. En lugar de asumir responsabilidades, se intenta minimizar el sufrimiento ajeno comparándolo con una tragedia mayor.

Este tipo de discurso no solo es dañino porque evita enfrentar los problemas reales, sino porque infantiliza a la ciudadanía, tratándola como si no tuviera capacidad crítica o derecho a exigir más. Se impone una narrativa moralista que castiga la aspiración legítima a servicios de calidad, convirtiendo en un «privilegio» lo que en el siglo XXI debería ser un derecho: la conectividad.

Además, al hacer este tipo de comparaciones, se elude cualquier compromiso de mejora real. Si siempre habrá un país más pobre, una región más aislada o una persona más desconectada, entonces el gobierno cubano podría eternamente escudarse en esa excusa para no avanzar. Es una forma de anular el debate, culpabilizar al ciudadano inconforme y blindarse frente al reclamo social.

Y por si fuera poco, se pretende que el pueblo agradezca lo mínimo, lo insuficiente y lo deficiente, en vez de reclamar lo que merece. Esta postura, repetida con distintos matices en otros ámbitos del discurso oficial, refleja un patrón profundo: no gobernar para mejorar, sino para mantener a raya las exigencias, justificando siempre por comparación, y casi nunca por resultados propios.

En el mismo espacio, Díaz-Canel dejó claro que no piensa revertir el tarifazo: «no renunciamos a implementarlo». La presidenta de ETECSA, Tania Velázquez, presente en la emisión, respaldó esta decisión afirmando que ya se ven «resultados financieros» del alza, aunque sin precisar cuáles ni cómo benefician al pueblo.

Ambos funcionarios advirtieron, además, sobre un supuesto «colapso tecnológico» si no se implementaban las nuevas tarifas. Velázquez incluso alertó que podría llegar un «fallo generalizado» que impediría realizar llamadas o enviar mensajes. Para muchos, esto ha sido interpretado como una forma de chantaje institucional: o se paga el tarifazo, o desaparece la escasa conectividad que se tiene.

Lo más interesante de todo es que no son pocos los que desearían que esto ocurriese, pues en lugar de seguir poniendo parches, lo que se necesita es asumir con valentía que el sistema necesita una revisión de raíz, y no gotas de agua que prolonguen el encharcamiento. A veces, empezar de cero no es una derrota, sino un acto de honestidad. “Nunca la noche fue más oscura que justo antes del amanecer”, dicen. Pero también hay noches que no acaban si uno no se decide a cambiar el rumbo. Y eso implica dejar de justificar el fracaso con las miserias ajenas, y comenzar a construir soluciones propias.

Protestas estudiantiles y rechazo generalizado

Mientras el gobierno insiste en que el pueblo debe aceptar el golpe al bolsillo con gratitud, las protestas se extienden por el país. Estudiantes universitarios de la Universidad de La Habana mantienen un paro académico indefinido. Facultades como la de Química y Matemática han expresado su rechazo a las medidas, acusando a las autoridades de insensibilidad y falta de diálogo real.

Incluso figuras tradicionalmente alineadas con el oficialismo han cuestionado el alza tarifaria. Pero en lugar de escuchar, el gobierno ha preferido tachar las críticas como parte de una «guerra mediática» impulsada desde el exterior, ignorando que el descontento está brotando desde las propias aulas y barrios del país.

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Una narrativa fabricada para justificar la exclusión

Las intervenciones en la Mesa Redonda también dejaron perlas propagandísticas, como el testimonio de un profesor cubano en México que, sin ofrecer datos comparativos serios, aseguró que la conexión en Cuba era mejor que la de universidades mexicanas. Como si eso bastara para justificar un servicio dolarizado, segmentado y excluyente.

La frase de Díaz-Canel sobre los millones sin internet en el mundo es más que una torpeza discursiva: es la prueba de un gobierno que ya no sabe cómo justificar su desconexión del país que dice representar. La indignación no se calma con comparaciones absurdas, sino con acciones concretas. Y, en este caso, la acción que la ciudadanía espera es simple: que se escuche al pueblo y se revierta un tarifazo que no es solo impopular, sino injusto e inmoral.

El acceso a internet, vital para estudiar, trabajar y estar informado, se convierte cada vez más en un privilegio. Y el pueblo cubano, lejos de recibir explicaciones coherentes, debe soportar que su presidente le diga que hay que estar agradecido, porque hay quienes están peor.

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