Durante más de una década, una mujer cubana se lanzó al mar una y otra vez con un objetivo que, según ella misma reconoce, justificaba cualquier riesgo: llegar a Estados Unidos para garantizarle un futuro distinto a su hijo. En total, fueron 17 intentos fallidos atravesando el estrecho de la Florida, en embarcaciones precarias y bajo condiciones extremas, antes de lograr finalmente establecerse fuera de Cuba.
El testimonio, difundido por Cubanet Noticias a partir de entrevistas concedidas por la propia protagonista, revela un recorrido marcado por la insistencia, el miedo y la desesperación. Cada salida implicó enfrentar noches sin visibilidad, oleajes impredecibles y la posibilidad real de no regresar. En varias ocasiones fue interceptada y devuelta a la isla; en otras, tuvo que regresar por fallas mecánicas o por el deterioro físico de quienes la acompañaban.
Lejos de presentar su historia como una hazaña, la mujer explica que el impulso constante fue la maternidad y la falta de horizontes dentro del país. Asegura que no se trató de una decisión impulsiva, sino de una acumulación de frustraciones: salarios insuficientes, carencias materiales y la percepción de que, aun cumpliendo con las reglas, el futuro seguía cerrado. En ese contexto, el mar apareció como una alternativa extrema, pero persistente.
Las travesías no solo implicaron riesgo físico, sino también consecuencias legales y personales. Tras cada intento frustrado, tuvo que volver a empezar, bajo vigilancia, con escasos recursos y cargando el estigma de quien “lo intenta irse”. Aun así, afirma que nunca consideró abandonar del todo la idea, convencida de que quedarse también era una forma de naufragio.
Historias como esta no son excepcionales dentro de la migración cubana, pero la cifra de intentos revela hasta qué punto la desesperación puede convertirse en rutina. Hoy, ya fuera de Cuba, la mujer mira atrás sin épica. Dice que sobrevivió por suerte y por terquedad, y que repetiría el riesgo si las condiciones fueran las mismas. Para ella, el verdadero peligro era no intentarlo.



















