El cierre de 2024 está marcado por la unión de esfuerzos de la sociedad civil cubana para aliviar las carencias de los sectores más vulnerables, una iniciativa que contrasta con el sombrío panorama económico y social que atraviesa la isla. Desde La Habana hasta Santiago de Cuba, emprendedores, religiosos y proyectos independientes se han movilizado para brindar una comida de fin de año a quienes enfrentan las mayores dificultades.
En Guanabo, al este de La Habana, el Bar K5 se prepara para repetir su experiencia solidaria de 2023. “¡Hagámoslo otra vez y mejor!”, escribió Hugo Puig González, dueño del establecimiento, en su perfil de Facebook. La iniciativa busca ofrecer una comida especial a ancianos desprotegidos, niños en situaciones familiares complejas y personas sin hogar. Puig invitó a otros negocios y particulares de la zona a sumarse al esfuerzo, ya sea con donativos o participando en la organización del evento.
“Queremos que los más necesitados puedan disfrutar de una tarde de alegría y una buena comida de fin de año. Nuestro único interés es ayudar a tantas personas vulnerables como sea posible”, añadió Puig, resaltando que también están abiertos a realizar la actividad en un espacio más grande si se unen suficientes colaboradores.
En Santiago de Cuba, el pasado 21 de diciembre, la Misión San Pedro, ubicada en el Reparto Flores, organizó un almuerzo comunitario para 200 personas. Rodhin A. Colomarhoy, sacerdote benedictino anglicano, detalló en Facebook que el menú incluyó arroz, picadillo de pollo, ensalada de repollo y pepino, y plátano macho. Además, se llevaron raciones a personas postradas o en condiciones de salud que les impedían salir de sus hogares.
“Gracias a Dios y los donantes, hemos podido brindar un respiro a quienes más lo necesitan”, comentó Colomarhoy, mientras invitaba a más personas a colaborar con donativos para futuras iniciativas solidarias.
Por otro lado, el proyecto Aliento de Vida, coordinado por Yankiel Fernández, realizó una labor conmovedora el 22 de diciembre en La Habana Vieja. Con recursos limitados, el grupo salió al encuentro de más de 40 personas en situación de calle, distribuyendo comidas y brindando apoyo emocional.
“Es una noche de alegría por lo hecho, pero también de tristeza al ver la miseria y el abandono en sus rostros. Hoy hemos escuchado historias y visto lágrimas de quienes llevan días sin comer”, señaló Fernández. Destacó que muchos de los beneficiarios son jóvenes atrapados en el alcohol y las drogas, un problema que afecta de manera alarmante a la sociedad cubana.
Las acciones de estos grupos reflejan una cara diferente de la realidad cubana: la solidaridad en medio de la adversidad. Mientras el panorama nacional se oscurece con precios desorbitantes, apagones prolongados y una inflación descontrolada, estas iniciativas destacan la capacidad de la sociedad civil para organizarse y marcar una diferencia tangible en la vida de los más necesitados.
Los precios de los alimentos
Los precios de los alimentos y bebidas alcanzan cifras desorbitantes, haciendo que preparar una cena tradicional sea un lujo. La libra de carne de cerdo, uno de los ingredientes emblemáticos de las celebraciones de fin de año, oscila entre 1,000 y 1,500 pesos, dependiendo de la calidad y la ubicación del mercado. En los establecimientos que operan en Moneda Libremente Convertible (MLC), los costos son aún más elevados, con paquetes que superan los 70 dólares.
Los cubanos que en años anteriores celebraban con bebidas nacionales como el ron Havana Club ahora enfrentan precios prohibitivos. Una botella de ron Santiago puede costar más que una de whisky importado, lo que resulta irónico en un país donde el ron es parte de la identidad cultural.
En mercados informales, los precios de las bebidas nacionales oscilan entre 1,000 y 2,000 pesos, mientras que alternativas como el vodka y el whisky brasileños se posicionan como opciones más económicas.
Incluso productos de calidad cuestionable, como el ron producido localmente por la Empresa de Bebidas y Licores de Camajuaní, han sido duramente criticados por su sabor y alto costo, siendo a veces más útiles como encendedor que como bebida.
La situación se agrava con los prolongados apagones que afectan la conservación de los alimentos y dificultan su preparación. Familias enteras deben adaptar sus cenas a las limitaciones impuestas por la falta de electricidad, el aumento de precios y la escasez de productos.
Según un informe de Food Monitor Program, el costo promedio de una cena navideña para una familia de cuatro personas ronda los 8,200 pesos cubanos, equivalentes a casi cuatro salarios básicos. Esto deja a gran parte de la población sin posibilidad de disfrutar de una celebración digna.
Además de la carne de cerdo, productos básicos como el arroz, los frijoles y los vegetales también muestran precios inalcanzables. La libra de arroz se vende por 300 pesos, la de frijoles por 500, y una simple cabeza de ajo cuesta alrededor de 50 pesos. Para quienes desean brindar, una botella de vino tinto o sidra puede alcanzar los 1,800 pesos, una suma desproporcionada considerando los ingresos medios en la isla.
Frente a todo esto se enfrentan estos grupos de apoyo comunitario; a pesar de no contar con grandes recursos, han logrado movilizar el apoyo de comunidades religiosas, donantes y emprendedores comprometidos con el bienestar colectivo.
En un país donde las carencias se sienten con mayor intensidad durante las festividades, estas acciones solidarias ofrecen un rayo de esperanza y la posibilidad de despedir el año con dignidad.
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