Crean grupo multidisciplinario entre estudiantes de la FEU para «asesorar (…) y colaborar activamente con ETECSA»

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La creación de un grupo multidisciplinario conformado por estudiantes de la FEU para asesorar a ETECSA ha sido presentada hace apenas unas horas como un acto de apertura y diálogo entre la juventud universitaria y las instituciones del Estado cubano. Sin embargo, bajo la superficie de esta supuesta participación estudiantil se esconde una vieja estrategia del régimen: controlar el descontento, cooptar a los inconformes y dividir a los cubanos desde dentro. Porque si algo sabe hacer el aparato estatal cubano, es eso: maquillar la represión con inclusión y sofocar la protesta con comités.

Según conocimos a través de la página de Facebook de la CUJAE, este grupo estará integrado por 30 estudiantes de diferentes universidades, seis de ellos pertenecientes a la CUJAE. La selección fue realizada por esa misma organización, no por el estudiantado en general ni por ninguna instancia democrática. La FEU, como es sabido, actúa más como brazo político del régimen que como una verdadera representación de los intereses estudiantiles.

Este equipo tendrá como objetivo «asesorar, proponer soluciones técnicas y estratégicas, y colaborar activamente con ETECSA», señala la publicación, todo ello con la promesa de «garantizar el menor impacto posible en la comunidad universitaria y la población en general». Una narrativa funcional para distraer a la opinión pública mientras las tarifas impuestas por la empresa estatal de telecomunicaciones siguen vigentes, sin rectificación real.

El contexto no puede pasarse por alto. Esta iniciativa surge semanas después de que ETECSA aplicara un tarifazo sin precedentes, que provocó una oleada de protestas en varias universidades del país. Estudiantes de la Universidad de La Habana, la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (UCLV), y la propia CUJAE, entre otras, convocaron paros, asambleas y publicaron pronunciamientos colectivos exigiendo la derogación de los nuevos precios de navegación nacional e internacional.

La medida de ETECSA fue rechazada no solo por su impacto económico directo, sino también por la sensación generalizada de burla e irrespeto hacia el estudiantado y el pueblo trabajador, que ya lidian con salarios mínimos y un costo de vida insostenible.

Las protestas no fueron improvisadas ni caóticas, sino articuladas, pacíficas y con demandas concretas.

Fue, en este contexto de creciente organización y presión pública que el régimen, fiel a su manual, optó por lo que mejor sabe hacer: dividir. Así, en lugar de atender a las voces colectivas que pedían rectificación, decidió crear un grupo con estudiantes seleccionados a dedo para simular participación y neutralizar las críticas.

Y si bien es cierto que los integrantes de este grupo pudieran ser estudiantes talentosos, su inclusión en este proceso no representa a la mayoría. No fueron elegidos por asambleas ni por una votación democrática. Fueron nombrados por la FEU, esa entidad que lleva décadas funcionando como muro de contención entre el poder y los universitarios. El resultado es una representación invertida: la FEU no representa a los estudiantes ante el régimen, sino al régimen ante los estudiantes.

Los comentarios en redes sociales sobre la conformación de este grupo dan cuenta de una ciudadanía escéptica. Algunos usuarios agradecen el intento de «fundar» y «colaborar», pero muchos otros denuncian el carácter cosmético de la medida. «La barbaridad que han hecho es una decisión política, no técnica», escribió una usuaria. «No necesitan que ningún grupo de estudiantes los asesore». Otro comentario, más sarcástico, sugería crear grupos similares con estudiantes de Ingeniería en Alimentos para solucionar la crisis de la comida en Cuba.

La jugada del régimen no solo busca contener, sino también reprimir con mayor eficacia. Varios estudiantes y profesores han denunciado presiones, amenazas, interrogatorios y vigilancia por parte de la Seguridad del Estado. En paralelo, los medios oficialistas han intentado silenciar las protestas o presentarlas como producto de la desinformación.

La formación de este grupo multidisciplinario no es otra cosa que una cortina de humo. Una manera de decir: «Ya estamos haciendo algo, ya hay diálogo». Pero la realidad es otra: el tarifazo seguirá vigente, las voces críticas han sido marginadas, y el control sobre las universidades se ha intensificado.

Esta no es una solución. Es una maniobra. Y como toda maniobra política hecha desde arriba, busca dividir y desmovilizar. Porque para el régimen, es preferible tener a treinta estudiantes bien controlados redactando informes técnicos en una sala con aire acondicionado, que enfrentarse a miles de jóvenes marchando por una Cuba distinta, crítica, libre y conectada.

Y es que esta es, sin duda, una mala jugada. Porque la medida no afecta solo a los estudiantes. Afecta a todos. Pero los estudiantes —jóvenes, articulados, con acceso a redes y capacidad de movilización— son una fuerza significativa. Son el eslabón que puede activar a sus familias, a sus padres, a sus profesores, a los de la FEEM. Son el núcleo de una clase media en ruinas, pero aún capaz de hacer ruido. Por eso el régimen no sabe cómo contenerlos sin arriesgarse a perder el control.

Esta protesta es casi inédita: masiva, articulada y con una narrativa que escapa del panfleto revolucionario. No son «los negros marginales» de la Güinera —como despectivamente catalogan los círculos de poder a quienes protestaron desde los barrios más golpeados el 11 de julio de 2021—. Esta vez son estudiantes universitarios. Con nombres, con padres que son médicos, ingenieros, militares retirados, funcionarios. Y eso duele. Porque cuando la protesta viene de donde se supone que debe haber obediencia, la reacción del sistema no es reformar, sino temblar.

Y por eso han hecho lo que mejor saben hacer: dividir, infiltrar, neutralizar. Han inventado un grupo de supuesta asesoría técnica donde no hay ni voto popular ni autonomía. Solo un sello institucional más que legitima al poder, mientras deja fuera a los que no quieren ser parte del show. Han tomado una crisis social generada por sus propios errores y la han convertido en una oportunidad de propaganda: un “grupo joven” que trabaja “por el pueblo”… mientras el pueblo sigue sin datos y con miedo.

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