Controversia por declaraciones de Israel «Buena Fe» Rojas ante medio La Joven Cuba

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Israel “Buena Fe” Rojas desata en La Joven Cuba, medio creado por su amigo personal, Hárold Cárdenas Lema, un debate sobre música, reconciliación y además, una tormenta política.

La quinta entrega de La Sobremesa, pódcast de La Joven Cuba conducido por Mariana Camejo, se anunció como un capítulo especial. El invitado, Israel Rojas Fiel, cantautor y líder del dúo Buena Fe, llegaba con un historial de polémicas recientes y un discurso que, sin renunciar a la fidelidad al sistema cubano, prometía tocar puntos sensibles: crisis nacional, reconciliación entre cubanos, promesas incumplidas y cancelación cultural. La conversación duró casi una hora, pero el eco se prolongó mucho más, alimentado por un intenso debate en redes sociales que acabó incluyendo ataques directos a La Joven Cuba y defensas cerradas a su espacio.

Desde el inicio, Rojas admitió que la Cuba de hoy “no es el país que le prometieron” a su generación. Describió una nación más fragmentada, caótica y con menos cohesión social que hace apenas una década, y reconoció que el proyecto revolucionario acumula deudas y promesas incumplidas.

Sin embargo, introdujo un matiz que repite en sus intervenciones: la existencia de un “enemigo histórico” —el gobierno de Estados Unidos— cuya hostilidad, en su visión, condiciona cualquier transformación interna. Entre un diagnóstico crítico y una defensa de los consensos, sostuvo que la única salida posible pasa “juntos, en diálogo y en paz”, aunque reconoció que este no es el mensaje que algunos esperan de él.

La entrevista abordó uno de los temas más polémicos en el espacio público cubano: la posibilidad de indultar a manifestantes del 11 de julio de 2021. Rojas recordó que muchos de ellos fueron trabajadores esenciales durante la pandemia y afirmó que un gesto de perdón sería “potente política y humanamente”. Advirtió sobre el error de etiquetar a las personas bajo categorías heredadas de la Guerra Fría y pidió construir consensos sin negar la realidad de las sanciones y presiones externas.

El músico también defendió la vigencia crítica de Buena Fe frente a quienes creen que el grupo ha suavizado su discurso. Argumentó que el cambio de contexto cultural y de consumo explica la menor resonancia de las canciones de corte social, no una renuncia al compromiso. Denunció que la “cancelación política” ha encapsulado a los artistas en bandos, impidiendo colaboraciones y generando miedo a asociarse con ciertas figuras. En ese sentido, aseguró que Buena Fe ha sufrido una hostilidad constante y que nunca ha condicionado su trabajo a la orientación política de otros creadores.

En lo institucional, su evaluación fue dura: falta de estructuras para apoyar a jóvenes talentos, un desfase entre el ICRT y el Ministerio de Cultura, y la ausencia de políticas culturales capaces de democratizar el acceso a la creación y el consumo artístico. Propuso aprovechar las tecnologías para cerrar esa grieta y evitar la muerte de proyectos valiosos por inviabilidad económica.

Sin embargo, el episodio no se limitó a lo dicho por Rojas. Desde antes de su estreno, páginas y perfiles con posicionamientos políticos claros anticipaban controversia. Una vez publicado, el debate se encendió. La periodista Lisbeth Moya celebró que La Joven Cuba preguntara sobre prisión política, mala gestión gubernamental y geopolítica, y que Rojas aceptara responder. Yulieta Hernández destacó el mensaje de “sanar como nación”. Otros comentarios, en cambio, calificaron al artista de evasivo o complaciente.

Yulieta Hernández Díaz

“Lo que me llevo de esta entrevista de La Joven Cuba a Israel, es que necesitamos sanar como nación. Los extremos, de cualquier lado, siempre terminan por dañar.”

Lisbeth Moya González

“Yo sé que a este episodio de La Sobremesa le sobrará el hate de quienes no entienden el significado de los gestos pequeños para las aperturas en Cuba, pero yo aplaudo con mucha alegría que Mariana Camejo le pregunte a Israel Rojas acerca de política y que en un escenario neutral se toquen puntos como la prisión política en Cuba, la mala gestión gubernamental y, por supuesto, el rol de la situación geopolítica cubana en la crisis actual. Yo invito a LJC a seguir propiciando estos espacios.”

Y hasta el exespía Manuel David Orrio, expresó su opinión sobre la entrevista.

El punto de inflexión llegó con un comentario público del conductor televisivo oficialista Michel Torres Corona dirigido a la presentadora Mariana Camejo. Torres declaró sin ambages: “Yo considero que La Joven Cuba es contrarrevolucionaria”. Argumentó que el medio había practicado una “equidistancia” inaceptable al equiparar el embargo y la guerra contra Cuba con las acciones del gobierno cubano; que se convirtió en “plataforma de odio desmesurado” bajo la influencia de la intelectual Alina Bárbara López; y que defiende la “restauración del capitalismo”. Concluyó insinuando dudas sobre el origen de su financiamiento: “No tengo idea de quién está pagando. Porque los dólares no crecen en los árboles”.

La respuesta no se hizo esperar. Harold Cárdenas Lema, fundador de La Joven Cuba, desmintió vínculos con “intereses desestabilizadores” y atribuyó las acusaciones a una “vieja rencilla personal y no política” que intentó cerrar el medio hace más de una década. Aclaró que la revista no recibe fondos para un cambio de régimen y que, por el contrario, ha sufrido ataques desde plataformas de Florida por su posición de diálogo con el Estado cubano. Denunció que ese tipo de agresividad persiste en instituciones cubanas por sectarismo, aunque no sea compartida por “mucha gente racional”.

La intelectual Alina Bárbara López también intervino, con un extenso texto en el que analizó el ataque de Torres Corona como parte de una estrategia del Departamento Ideológico del Partido para desacreditar a voces incómodas. Aunque subrayó que La Joven Cuba no rompe con lo “políticamente correcto” ni cuestiona la naturaleza del poder, advirtió que la etiqueta de “contrarrevolucionario” no se corresponde con el trato que el aparato reserva a medios independientes reales. Para ella, el objetivo sería moldear percepciones más que suprimir el espacio, y concluyó que “cuando al poder le molesta algo de LJC, siempre fueron complacidos”.

Entre declaraciones, defensas y ataques, el episodio con Israel Rojas sirvió de catalizador para un debate que trasciende a la figura del músico. Que no las ha tenido muy buenas desde el 27N de 2020; a lo que suma aquella declaración suya en contra de quienes en algún momento – según él – «malinterpretaron las letras de sus canciones», tildándolos, palabras más, palabras menos, anormales; y su abierta amistad con el llamado «Profesor» Carlos Lazo.

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Más allá de Rojas: polémica post-27N, acusaciones y vínculos con Carlos Lazo

El episodio La Sobremesa con Israel “Buena Fe” Rojas no solo funcionó como un catalizador del debate cultural y político en Cuba: también conectó con una trayectoria controversial del artista en redes desde noviembre de 2020. En aquella ocasión, Rojas fue criticado por su postura frente a la concentración de artistas e intelectuales ante el Ministerio de Cultura (MINCULT), y particularmente por una reflexión que algunos interpretaron como degradante hacia quienes protestaban pacíficamente.

La actriz Rebeca Proenza —quien protagonizó el videoclip Ser de Sol censurado por un beso lésbico— respondió con dureza a una publicación de Rojas en la que él sugería que la concentración podría ser parte de una “Guerra de Quinta Generación” promovida por intereses imperialistas y reprochó su postura.

Además, acusó a Rojas de intentar “degradar” la protesta del 27N sin haber sido invitado, lo cual fue interpretado como una falta de respeto. Proenza subrayó la censura que él mismo sufrió por ese video, y concluyó con ironía punzante:

“En Cuba sí hay censura… estar ahorcado no es tan malo cuando le cobras en CUC el salario de tres meses…”

Un año después, en noviembre de 2021, Rojas volvió a generar controversia al llamar “anormales” a quienes, según él, escuchaban sus canciones sin comprender su verdadero significado. Aunque defendió la integridad de su mensaje, esa etiqueta encendió una nueva polémica.

Por otro lado, su vínculo con el “Profesor” Carlos Lazo —líder del movimiento Puentes de Amor— lo ha ubicado en una escena de apoyo visible que también ha sido cuestionada. En febrero de 2025, Rojas surgió con un mensaje público de respaldo a Lazo, tras las denuncias de este sobre obstáculos del Gobierno cubano para entregar donaciones médicas directamente en hospitales. Rojas afirmó que era “profundamente injusto” cuestionar la labor humanitaria de Lazo y defendió que el movimiento representa “una forma constructiva distinta de relacionar a la nación con su emigración”.

Rojas también denunció el cambio de trato hacia Lazo: de la admiración al silencio institucional, sugiriendo que el ministro “se olvida y luego impide” su trabajo; y aseguró que su respaldo le acarreó más ataques que su propia cercanía al oficialismo.

Todo esto sirva como contexto para explicar porqué la controversia actual no es aislada. Rojas arrastra un historial polarizador. Este perfil — artista con conciencia política, cercano al oficialismo en muchos sentidos, pero también crítico en otros, y ligado a figuras como Lazo que intentan un diálogo entre la isla y la diáspora — explica por qué su presencia en La Sobremesa encendió tantas alarmas y defensas.

Muestras de reacciones en redes sociales tras el episodio con Israel Rojas

Las opiniones recogidas contrastan con otros comentarios críticos que lo acusaron de evasivo o complaciente, evidenciando la polarización que sigue generando su figura en el debate público cubano. Pero no son las únicas. Quedó claro desde antes de que el capítulo de La Sobremesa con Israel Rojas saliera al aire que no sería un programa más.

La sola mención de su nombre, sumada al hecho de que el escenario sería La Joven Cuba con Mariana Camejo al frente, fue suficiente para encender la mecha de viejas heridas. Lo que se transmitió después, más que una entrevista, se convirtió en un campo de refracción donde cada espectador proyectó su propia historia con el líder de Buena Fe: la admiración pasada, el desencanto, la rabia, la defensa o la cautela.

Hubo comentarios tajantes. Gente que recordó su actitud el 11J frente al ICRT, respaldando la orden oficial de “combatir” mientras a pocos metros cargaban y lanzaban como sacos de papas a manifestantes en camiones. La acusación de hipocresía se repitió en distintas formas: que se hace la víctima de una “cancelación” que no es tal, que minimiza el papel represivo de las instituciones que defiende, que pretende hablar de diálogo sin admitir la responsabilidad de su lado en décadas de silenciamiento cultural y político. Las palabras “traición”, “doble moral” y “vivir de las prebendas” se deslizaron con frecuencia en la marea de comentarios.

Del otro lado, no faltaron quienes defendieron su derecho a expresarse, valoraron la serenidad de sus respuestas y destacaron la pertinencia de las preguntas de Camejo. Para estos, Israel sigue siendo un artista con convicciones, un hombre que no ha claudicado a sus principios y que, en tiempos de trincheras y linchamientos mediáticos, apuesta por matices y no por consignas absolutas. La periodista guantanamera Lilibeth Alfonso Martínez lamentó el “hate” que, en su opinión, nunca ha terminado de comprender, y subrayó que no es un político ni un decisor, sino un músico que ha sostenido sus opiniones sin buscar congraciarse con ningún bando.

Pero la entrevista no se leyó sola: sobre ella se proyectó también un pleito paralelo. Una línea de análisis que abrió otra grieta.

Algunos vieron en la entrevista un ejemplo más de que LJC sigue moviéndose dentro de los márgenes permitidos por el oficialismo: crítica de consecuencias pero no de causas, cuestionamiento de la gestión pero no del sistema político. Otros señalaron que, precisamente por eso, su valor estaba en ofrecer espacios que no son posibles en la prensa estatal pura y dura.

Juan Pin Vilar definió como «vergonzoso», que la LJC continúe recibiendo fondos a pesar de lo sucedido con el escritor, periodista y humorista Jorge Fernández Era.

Sí, porque la salida de este y de Alina Bárbara López Hernández de ese medio, es otra herida abierta en la historia de La Joven Cuba y de su fundador, Hárold Cárdenas Lema. Una herida que no se cierra y que se recuerda a cada rato; como se recuerda también su post burlesco con relación a los medios independientes que se quedaron sin fondos a raíz de la cancelación ejercida a inicios de año por la administración Trump. Así que, las críticas, también llovieron sobre el medio y sobre la interlocutora: Mariana Camejo.

En medio de esa disputa, la figura de Israel Rojas funcionó como catalizador: a su alrededor se agruparon defensores y detractores no solo de su música o sus posturas, sino de toda una manera de entender el diálogo en Cuba.

El tono de la conversación también fue escrutado. Algunos, como Loquillo Cubano, admitieron salir con un “nudo en el pecho” y la sensación de que Rojas habla con belleza pero esquiva la carne cruda.

Otros, como Lara Crofs, redujeron la intervención a un ejercicio de “moderación” que en el contexto cubano es, en la práctica, un respaldo al régimen. El señalamiento fue recurrente: que sus críticas son siempre superficiales, cuidadosamente envueltas para no cruzar la línea roja, y que sus llamados al consenso legitiman un poder que no muestra voluntad de cambio real.

Y hubo quien, a pesar de todo, se alineó con Israel.

En paralelo, hubo quienes aprovecharon para volver sobre el episodio que parece perseguirlo más que ningún otro: el calificativo de “anormales” a parte de su público. Para algunos, esa frase selló un quiebre definitivo en la relación; para otros, fue una reacción humana, tal vez torpe, en medio de un clima de hostigamiento. Pero lo cierto es que, tres años después, sigue apareciendo como un recordatorio incómodo cada vez que el trovador intenta reposicionarse, aun a pesar de la defensa que, en el sentido periodístico le dio a la entrevista, el profesor Carlos Alzugaray.

Así definía lo sucedido el profesor expulsado de la Universidad de Oriente, René Fidel González García:

«Demasiadas víctimas reales. Demasiadas cubanos sancionados a muchos años de prisión por intentar ejercer derechos y libertades – el presidio político martiano otra vez – por aspirar a lo que les pertenece y es decoro, demasiados vejados, perseguidos y castigados; demasiados obligados a dejar su Patria como parias y a exponer su única vida y dignidad al peligro y el desdén; demasiados con miedo real infundido, demasiado odio y desprecio convertido en Ley, demasiada vileza y mezquindad traficada a la luz del día, demasiada impunidad; demasiados empobrecidos y abandonados en la pobreza infame de la virtud del sacrificio, demasiadas las traiciones a la esperanza y la confianza, demasiadas mentiras; demasiados los vilipendiados y los despedidos, demasiados los acorralados y amenazados, demasiados los excluidos por motivos políticos por el Gobierno y las instituciones en Cuba, demasiados sueños rotos.

«Las armas y el propósito siguen en manos de nuestro agresor. No es el único pero es el nuestro.»

En última instancia, la entrevista dejó más preguntas que respuestas. ¿Puede un artista con un historial de alineamiento público con el poder convertirse en un interlocutor válido para un diálogo nacional? ¿Es posible tender puentes sin tocar las causas estructurales de la crisis cubana? ¿O toda moderación, en este contexto, se lee inevitablemente como complicidad? Para sus defensores, Israel Rojas encarna la posibilidad de hablar sin gritar, de buscar coincidencias en medio del fango. Para sus críticos, representa la tibieza institucionalizada, el arte que se acomoda para no perder privilegios, la voz que denuncia solo lo que el sistema está dispuesto a tolerar.

Lo que sí evidenció La Sobremesa es que, en Cuba, cualquier intento de conversación pública sobre política —aunque sea desde la música— es un espejo roto. Cada fragmento devuelve una imagen distinta, a veces irreconciliable con la de al lado. Y en ese reflejo múltiple, Israel Rojas sigue siendo, para unos, un trovador que merece escucharse; para otros, el eco afinado de un poder que no ha sabido, o no ha querido, cambiado.

Lo que en la mesa de La Joven Cuba fue un diálogo sobre cultura, crisis y reconciliación, en el ecosistema digital se convirtió en una pugna abierta sobre legitimidad, posicionamientos ideológicos y el papel de los medios en el actual escenario cubano. Rojas, consciente de la disección a la que sería sometida su participación, cerró la entrevista citando a Tomás Gutiérrez Alea: “En el subdesarrollo, la gente necesita que alguien piense por ellos y eso es terrible. Yo aspiro a que la gente piense por sí misma”.

La polémica confirma que, en la Cuba de 2025, incluso hablar de diálogo y perdón puede ser tan explosivo como una crítica frontal al gobierno. Y que La Joven Cuba, entre acusaciones de contrarrevolucionaria y defensas de su rol de mediador, sigue siendo un lugar incómodo para quienes prefieren trincheras sin matices.

Otra de las figuras detrás de La Joven Cuba, Rubén Padrón Garriga la calificó como un evento donde, otra vez, tirios y troyanos, volvieron a fajarse, coincidiendo en sus razones.

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