Mientras que el Caribe experimentó daños materiales severos y la pérdida de vidas fue limitada, Texas enfrentó desafíos adicionales como extensas inundaciones, riesgo de tornados, y una crisis energética significativa que afectó a millones de personas.
El huracán Beryl, que azotó recientemente el Caribe y el sur de los Estados Unidos, ha dejado un rastro de devastación mucho más significativo en Texas comparado con el impacto que tuvo en las regiones caribeñas.
Aunque el Caribe sufrió graves daños y lamentables pérdidas humanas, la escala y el alcance del desastre en Texas fueron sorprendentemente mayores, evidenciando la potente intensidad y las peligrosas consecuencias de este fenómeno meteorológico en territorio estadounidense.
Beryl, que alcanzó la categoría 5 en la escala de huracanes Saffir-Simpson, impactó varias islas del Caribe con vientos devastadores que llegaron hasta los 165 mph. A pesar de la fuerza del huracán, el número de víctimas fatales en el Caribe fue relativamente bajo.
Se reportaron al menos siete muertes en la región, incluyendo las costas de Venezuela. Los daños materiales fueron significativos, con destrucción en infraestructuras y viviendas, pero el número de muertes no fue tan elevado como se podría temer dada la intensidad del huracán.
Beryl: más allá de su impacto inicial como huracán de categoría 5.
Al llegar a Texas, Beryl expandió su rango de destrucción. Aunque se debilitó a depresión tropical al adentrarse en tierra, sus efectos fueron devastadores, y hasta el momento se reportan ocho muertes en Texas debido al huracán. Las muertes están asociadas a caída de árboles e inundaciones.
Estas últimas, ocurridas principalmente en las zonas urbanas, y los tornados causados por Beryl complicaron aún más la situación, afectando severamente a la infraestructura y dejando a millones sin electricidad.
En Houston, más de 2.7 millones de clientes quedaron sin energía en el pico del huracán, y aunque se restauró parcialmente, más de 2.4 millones continuaron afectados por cortes prolongados.
Expertos climáticos han sugerido que el cambio climático podría estar influyendo en la intensificación rápida de tormentas como Beryl, lo que representa un riesgo creciente y hace que huracanes de alta categoría sean más probables y potencialmente más destructivos.
Se espera que fenómenos similares continúen ocurriendo con mayor frecuencia y severidad en el futuro, lo que requiere una preparación y respuesta más efectivas tanto en regiones susceptibles como en áreas que tradicionalmente no enfrentan este tipo de desastres naturales.
La comparación del impacto de Beryl en el Caribe y Texas no solo revela la diferencia en la escala del daño y las muertes, sino que también subraya la importancia de mejorar los sistemas de alerta temprana y las infraestructuras para manejar mejor los efectos de futuros huracanes.
La preparación y la adaptación son claves para mitigar las consecuencias de estos desastres naturales, especialmente en un contexto de cambio climático que promete desafíos aún mayores.
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