Que ya en la prensa oficialista de la isla se reconozca la presencia cada vez mayor en la calle de drogas como el llamado químico, y se reconozca que cada día la consumen más, especialmente jóvenes y adolescentes, es síntoma indiscutible de que las cosas se están saliendo de control en un país que durante años ha sido ejemplo de mano dura. Es decir: represión.
Preocupación, impotencia y miedo: esas son las palabras que definen el sentir de un cubano que, tras haber vivido entre pandillas y tiroteos en Estados Unidos, hoy teme por el futuro de su natal Sancti Spíritus. Y no por la delincuencia común ni por la escasez —a eso los cubanos ya están más que acostumbrados—, sino por algo aún más corrosivo: la presencia cada vez más visible de drogas sintéticas como el llamado “químico”.
Este testimonio, dejado como comentario al extenso reportaje publicado en el medio oficialista Escambray, no proviene de cualquier lector. Se trata de alguien que se crió en el mismísimo barrio espirituano de Kilo 12, uno de los focos detectados de consumo. “Me crie en el barrio conocido como Casa Blanca”, comienza diciendo. Allí, reconoce, hubo de todo: delincuentes, personas decentes y hasta algún que otro “té de chamisco”, pero nunca drogas en serio.
Y, sin embargo, hoy ese mismo barrio ve caer la noche sobre jóvenes con papeles impregnados de cannabinoides sintéticos, sustancias que, en muchos casos, incluyen componentes tan letales como formol, fentanilo o anestésicos para animales. Esta droga, que en apenas medio gramo puede provocar taquicardias, vómitos incontrolables o incluso la muerte, ya no es una amenaza lejana. Se comercializa a 200 o 300 pesos en una esquina cualquiera y ha puesto en jaque a padres, escuelas y autoridades.
El comentarista, que ahora reside en Cuba tras haber vivido “en las calles más peligrosas de EE.UU.”, lanza una advertencia: “La droga es la peor epidemia que puede ocurrir… donde llega, destruye, compra y corrompe”. Dice haber visto de todo en Norteamérica: asesinatos entre familiares, policías corrompidos, funcionarios vendidos al mejor postor. Y ahora, por primera vez, ha sentido miedo en Cuba. Lo vio en el parquesito de la Iglesia Mayor, donde varios jóvenes estaban drogados. El miedo, dice, no es gratuito. “Si las autoridades no actúan con toda la contundencia, me obligarán a emigrar de nuevo”, concluye.
Pero mientras él alza la voz, otro comentarista, más breve y menos reflexivo, atribuye el problema a una causa recurrente: “Increíble a lo que hemos llegado en este país por culpa del bloqueo”, escribió simplemente otro lector bajo el seudónimo de “Trabajador”.
Así, como si se tratara de una metáfora del país, la polémica se bifurca en dos discursos: el de quienes reconocen un problema interno, que se filtra por los resquicios de la crisis moral y social; y el de quienes, mecánicamente, apuntan al embargo de Estados Unidos como el culpable de todo mal. Pero lo cierto es que ni el químico viaja desde Florida, ni los jóvenes de Kilo 12 aprenden a drogarse con las resoluciones del Congreso estadounidense. La droga entra a Sancti Spíritus desde La Habana, por ómnibus interprovinciales, oculta en bolsos con orégano o collares de bisutería. Y se distribuye entre adolescentes por otros adolescentes, muchos de los cuales jamás han cruzado un aeropuerto.
No menos diferente es el panorama en la provincia de Cienfuegos. Allí, señala el diario oficialista 5 de Septiembre, la Fiscalía General de la República de Cuba (FGR) en Cienfuegos refuerza su estrategia de tolerancia cero frente a los delitos relacionados con drogas, combinando acciones preventivas y represivas. Según señaló en un podcast la fiscal Naysa María León Díaz, los delitos de tenencia, tráfico o consumo de drogas reciben un tratamiento judicial severo, con imposición casi sistemática de la prisión provisional como medida cautelar y penas de entre 4 y 10 años de cárcel, incluso si no se trata de grandes redes delictivas.
Las drogas detectadas en la provincia provienen mayoritariamente de La Habana, Matanzas (cannabinoides sintéticos) y del oriente del país (marihuana). Aunque la magnitud de los casos en Cienfuegos no se compara con la de otras regiones, la fiscal dijo que se aplican juicios ejemplarizantes para subrayar la gravedad del fenómeno.
En el ámbito preventivo, la FGR coordina con otras entidades —como los CDR y la FMC— actividades comunitarias en zonas con incidencia conocida, como los barrios La Juanita y Reina. Estas acciones incluyen barrios-debates, intercambios educativos y actividades escolares para fomentar el rechazo social a las drogas y alentar a la población a realizar denuncias.
Además, la Fiscalía ha desarrollado campañas comunicativas en medios locales como Radio Ciudad del Mar y Perlavisión, y ha fortalecido la capacitación técnica de sus fiscales, en colaboración con la Dirección Nacional Antidrogas, para estar al tanto de nuevas sustancias, su procedencia y efectos.
La fiscal León Díaz enfatizó que la mera posesión de drogas ya constituye delito y alerta sobre la urgencia de actuar antes de que las drogas afecten directamente a más familias cienfuegueras. “No es necesario que toquen nuestras puertas para actuar; la clave está en la prevención”, concluyó.
En este contexto, las autoridades de ambas provincias aseguran haber incrementado los operativos, con agentes encubiertos y detenciones importantes. También insisten en el trabajo preventivo en escuelas y bares privados. Pero hasta ahora, la droga ha seguido entrando. Y para algunos padres, el golpe llega tarde: cuando ven a sus hijos llorando en una celda o, peor, en una cama de hospital.
Mientras tanto, el “químico” sigue su curso. Silencioso. Barato. Mortal.
Y si no se toma en serio, puede que ni el más duro de los cubanos que sobrevivió a las pandillas de EE.UU. logre quedarse tranquilo en su propio barrio.
tal vez quieras leer: El “químico”, una droga que ha puesto en jaque a grupos de jóvenes cubanos