Luis Lacosta, director de arte, diseñador escenográfico y de iluminación con más de 60 años de trabajo en el cine cubano y en la televisión, clama en redes sociales por ayuda ante la situación insostenible que presenta su vivienda en La Habana, luego que ningún organismo oficial haya prestado atención a sus reclamos.
“Nunca pensé llegar a este punto de la desesperación, como muchos saben en unos días cumpliré ochenta años al igual que mi esposa discapacitada por una dolorosa enfermedad, ambos estamos jubilados con la desventajosa jubilación de ambos. Después de haber trabajado más de 62 años en el sector de la cultura”, escribió en su perfil de Facebook quien ha participado en numerosas películas clásicas del cine del ICAIC como Lucía de Humberto Solás, Los días del agua de Manuel Octavio Gómez, El hombre de Maisinicú de Manuel Pérez y Son… o son de Julio García Espinosa.
Lacosta explica que lleva “más de dos años tratando de arreglar la cubierta de mi casa, la cual se encuentra en mal estado sin lograrlo con mis pocos ahorros. La situación es que las filtraciones inciden sobre las camas, la mesa de la computadora que está para protegerla cubierta con un nylon, los libros y todos los archivos que considero de gran valor patrimonial, que ahora me encuentro trasladándolos a buen recaudo”, detalla.
El profesional, miembro de la Unión de Escritores y Artista de Cuba (UNEAC), inquiere que tal “como se ha planteado SALVAR LA CULTURA, por ser parte de ella, con mis numerosa medallas y reconocimientos por mi integridad y pasión al trabajo me pregunto: ¿se salvaran de la humedad y el deterioro?” y reclama que se ha dirigido “a los organismos para los cuales he trabajado y sigo colaborando, para que me ayuden con esta reparación, desgraciadamente hasta estos momentos no he tenido respuesta. ¡Estoy desesperado, no sé qué hacer!”, finaliza su post.
La publicación de Luis Lacosta ha recibido en los comentarios numerosas manifestaciones de solidaridad y voluntad para hallar soluciones por parte de familiares, colegas y conocidos. Una de las usuarias le comparte cuánto le duele oírlo decir esto, pues “mucho lo habrás pensado antes de dar el SOS. Cuando oigo esas cosas me preocupa mi destino. ¡Hoy pasé a ingresar en las filas de los pensionados! Ojalá te llegue la respuesta por algún lado.”
Otra persona comparó la situación con “una pared de cartón tabla que absorbe cualquier clamor individual del colectivo porque ni hay caja chica a la que recurrir ni hay asociación, sindicato o institución receptiva del Estado en la que puedan fluir palabras o reclamos de abajo hacia arriba” y subrayó la “sordidez elemental en la impotencia de gestionar servicios públicos que no conciben casi nada de las necesidades emergentes, el estancamiento se asienta en las personalidades jurídicas tras palabras vacías y chauvinismo”.



















