Un avión de carga ruso Ilyushin Il-76, matrícula RA-78765 y operado por la compañía Aviacon Zitotrans, trazó a fines de octubre un arco poco habitual sobre el Caribe: llegó a Caracas el 26 de octubre, saltó a La Habana el 28, voló a Managua el 29 y regresó ese mismo día a Venezuela, antes de emprender el retorno a Rusia el 30, con escalas en Nuakchot y Argel para terminar en Sochi y luego Moscú.
El periplo replica, con variaciones, otro viaje del mismo aparato en agosto, cuando cruzó el Atlántico y encadenó Brasilia, Santa Cruz, Bogotá, Caracas, Toluca y La Habana, antes de volver a África occidental. No es turismo aerocomercial: es logística de alto voltaje en tiempos de sanciones, señala Defense News.
La propia ruta ya dice mucho. Desde 2022 los aviones rusos tienen vetado el espacio aéreo occidental, de modo que el RA-78765 salió desde el área de Moscú y serpenteó por Armenia, Argelia, Marruecos, Senegal y Mauritania antes de cruzar el océano. Paradas tan frecuentes pueden indicar cargas pesadas que obligan a repostajes más cortos, pero también funcionan como táctica de opacidad para diluir origen, destino y naturaleza del cargamento.
El Il-76 es un caballo de batalla capaz de mover entre 46 y 50 toneladas; la operadora, Aviacon Zitotrans, es una charter “privada” pero estrechamente vinculada al Ministerio de Defensa ruso y sancionada por Estados Unidos, Canadá y Ucrania por su participación en traslados de material militar y cargas de “alto riesgo”. En su publicidad presume de especialización en “fletes gubernamentales y militares”, mercancías peligrosas y operaciones humanitarias.
Nada en los registros públicos permite saber qué transportaba esta vez. Sí se sabe para qué se usa a menudo el mismo modelo de avión: desde repuestos de helicópteros Mi-8/Mi-17 hasta blindados ligeros, además de personal. Tras la absorción del grupo Wagner en 2023 dentro del andamiaje formal del Ejército ruso, estos vectores “civiles” han servido para sostener proyecciones de poder en África y, ocasionalmente, para tender puentes con socios de Moscú en América Latina.
El calendario también habla. El viaje ocurre en un momento de máximas tensiones entre Washington y Caracas: el Pentágono ha reposicionado activos militares en el Caribe con el argumento de golpear redes de narcotráfico y ha elevado su retórica contra el gobierno de Nicolás Maduro. Caracas, por su parte, acusa a Estados Unidos de “fabricar una guerra” y ha buscado respaldo en Rusia, China e Irán. En ese tablero, una aeronave rusa que une Caracas, La Habana y Managua —tres capitales que comparten alineamientos con el Kremlin y largas trayectorias de cooperación en seguridad e inteligencia— opera como un hilo discreto que cose alianzas bajo presión.





