Puede que el propósito de Silvio Rodríguez al ofrecer un concierto en la Escalinata de la Universidad de La Habana —un escenario cargado de historia política y cultural— haya sido rendir homenaje a los estudiantes que alzaron su voz contra el reciente “tarifazo” de Etecsa.
Sin embargo, toda la atención se la llevó la presencia en primera fila del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez y su esposa, la no primera dama de Cuba, Lis Cuesta. Fue el propio mandatario quien, desde su perfil en X, calificó el recital como una “pausa poética” antes de regresar a la “desafiante cotidianidad”. Un eufemismo que contrasta con la magnitud de la crisis estructural que atraviesa el país, donde incluso en la capital se registran apagones de más de 20 horas.
“Otra vez en la escalinata de la bicentenaria. Otra vez con #Silvio y sus canciones, que son las nuestras, las de nuestros hijos y mañana seguramente las de los nietos”, escribió el gobernante junto a una imagen con su esposa, con el escenario de fondo.
Otra vez en la escalinata de la bicentenaria. Otra vez con #Silvio y sus canciones, que son las nuestras, las de nuestros hijos y mañana seguramente las de los nietos. Pausa poética antes de retomar la desafiante cotidianidad. Silvio, su obra, es #Cuba, es AMOR, es la Revolución. pic.twitter.com/QEgIcXAz4g
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) September 20, 2025
Como respuesta, funcionarios y cuentas afines inundaron el hilo con mensajes y etiquetas orquestadas como #YoSigoMiPresidente, en un intento por silenciar las críticas. Sin embargo, las voces disidentes no tardaron en hacerse oír, recordándole a Díaz-Canel la brecha insalvable entre la retórica oficial y la experiencia diaria de la población.
“¿Te dijo que le dedicó el concierto a los estudiantes que protestaron por el tarifazo?”, cuestionó un usuario. Otro replicó: “La cotidianidad desafiante es para los que se levantan sin desayuno y se acuestan sin comer porque no hay nada. No hay corriente, no hay gas, no hay qué cocinar”.
Incluso hubo quienes resaltaron la ironía del evento iluminado en contraste con la oscuridad de millones: “La escalinata alumbradita y yo con tremendo apagón, le sumba el mango a Silvito (y no el libre)”. Otro fue aún más contundente: “Mientras a dos cuadras la gente se pudría en un apagón. Tienes el récord de ser la única persona capaz de acumular el odio ajeno contra sí mismo infinitamente”.
Así, lo que pretendía ser un gesto cultural terminó convertido en un recordatorio de la distancia entre la élite política y la ciudadanía, entre la poesía de las consignas y la crudeza de un país sumido en apagones, carencias y descontento social.
