Más regalos a Cuba, petróleos, libros de texto, dólares… Pero así ninguna economía es sostenible

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En 1959, Cuba aparecía en los registros internacionales como una de las economías más prometedoras del continente. Su PIB equivalía al 0,4 % de la economía mundial y la situaba entre los cinco países más relevantes de América Latina, solo detrás de gigantes como Brasil, México, Argentina y Venezuela. Se hablaba de un futuro de modernización y de un destino regional que debía caminar de la mano de los grandes.

Sesenta y seis años después, el panorama es radicalmente distinto: hoy la isla apenas representa menos del 0,1 % de la economía global y se ubica en la franja baja de la región, superada incluso por países que en los años cincuenta parecían condenados a un lugar marginal, como Panamá o República Dominicana. La pérdida de posiciones refleja no solo el fracaso de un modelo económico que nunca despegó, sino también la dependencia crónica de apoyos externos que, paradójicamente, lejos de resolver la crisis, la profundizan.

El contraste se percibe en las noticias recientes. En Italia, por ejemplo, tan solo la Cámara de Comercio de Piacenza celebraba en 2015 que las exportaciones hacia Cuba alcanzaran casi 900 mil euros en maquinaria agrícola y estructuras metálicas. Se trataba de un vínculo comercial modesto, pero con la intención de abrir puertas a mayores inversiones.

Una década después, el panorama ya no es de negocios, sino de donaciones y subsidios, donde los discursos oficiales se llenan de gestos solidarios que, en la práctica, significan que otros países financian la parálisis cubana. Y no solo no lo superan, sino que hasta se ha contraído, según indica Libertá en un párrafo donde, citando cifras oficiales nacionales señala que «en el último año, Italia ha exportado a Cuba mercancías por valor cercanas a los 230 millones de euros, una ligera contracción respecto a lo que exportó en el año 2013.» 

México, en cambio, ha dado un paso más allá al convertir su política hacia Cuba en un auténtico subsidio multimillonario.

Entre finales de mayo y junio de 2025, Pemex envió a la isla 39 embarques de hidrocarburos por un valor superior a los 850 millones de dólares. Diez millones de barriles de crudo y más de 132 millones de litros de gasolina, diésel y turbosina salieron de Coatzacoalcos y Tampico rumbo a La Habana, justo en el mismo mes en que las gasolineras mexicanas reportaban desabasto en Ciudad de México, Nuevo León y Chiapas. Gasolinas Bienestar, la filial creada para facilitar esos envíos, cerró su primer año con pérdidas por más de 5 mil 800 millones de pesos. La justificación del gobierno de Claudia Sheinbaum se resumió en una frase: razones humanitarias.

A este flujo de crudo se suma un episodio igual de llamativo: el financiamiento de libros de texto para el sistema educativo cubano. Bajo la administración de López Obrador, México destinó casi 387 millones de pesos a imprimir y enviar más de 15 millones de ejemplares que, según reportes del Observatorio de Libertad Académica, contienen una fuerte carga ideológica, exaltan a Fidel Castro y al Che Guevara y responsabilizan a Estados Unidos de todos los males de la isla. En los hechos, la Conaliteg mexicana no solo imprimió materiales didácticos, sino que se convirtió en agente de propaganda del régimen cubano. Todo, a costa del erario de un país con deficiencias graves en sus propias escuelas.

Otro país que continua apoyando con regalos a la isla es Vietnam. Según el portal Prensa Latina, «en solo 30 horas, millones de vietnamitas contribuyeron con 65 mil millones de dong (unos 2,5 millones de dólares) en apoyo a Cuba.» La campaña, organizada por la Cruz Roja vietnamita y enmarcada en el aniversario de las relaciones diplomáticas, se presentó como símbolo de amistad eterna.

Pero incluso en este caso lo que aflora es la paradoja: un país en desarrollo, que aún enfrenta sus propias dificultades, moviliza a su población para sostener a otro Estado que lleva seis décadas administrando crisis. Si tenemos en cuenta que en el año 1959 Vietnam era un país casi feudal y una década después fue practicamente arrasado por una invasión norteamericana, uno se pregunta ¿cómo es que pueden ayudar a la isla décadas después?

La mala gestión del Estado Cubano, es lo que tiene al pueblo con respiración asistida, mientras otros países cargan con la cuenta. El resultado es un círculo vicioso: las donaciones mantienen al régimen a flote, pero no generan reformas ni cambios productivos. Se sostiene un modelo agotado en nombre de la amistad, de la solidaridad histórica o de compromisos ideológicos, aunque el precio sea el desgaste de economías que, como la mexicana, ya lidian con déficits y crisis internas. Ninguno de los jóvenes talentos que ha tenido Cuba en todos estos años ha sido apoyado por el Estado. La inmensa mayoría ha emigrado.

Más allá de todo eso, la evidencia muestra que Cuba ha pasado de ser una nación con peso propio en el tablero económico a un Estado subsidiado de forma crónica. Ningún país puede sostenerse eternamente con regalos externos sin enfrentar consecuencias: pérdida de competitividad, dependencia perpetua y una desconexión cada vez más profunda del mundo real.

El problema no es la solidaridad en sí misma, sino su institucionalización como pilar de la economía cubana. Y bajo esa lógica, lo que en 1959 parecía un camino hacia el desarrollo se ha transformado, en 2025, en la confirmación de que así, con regalos y subsidios, ninguna economía es sostenible.

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