¡A qué hora y en qué momento! La Freedom Tower en Miami reabrió sus puertas

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Como decía el narrador cubano Héctor Rodríguez —en aquellos instantes decisivos de un juego de béisbol cuando un error o un jonrón cambiaban todo—: ¡A qué hora y en qué momento! Esa misma sensación de instante histórico se respira en Miami con la reapertura de la Freedom Tower, ese faro de esperanza que durante la Guerra Fría recibió a cientos de miles de cubanos que escapaban del régimen de Fidel Castro.

Construida en 1925 como sede del Miami Daily News, el rascacielos de 14 pisos en estilo revival español se convirtió, desde 1962, en sede del Programa de Asistencia a Refugiados Cubanos impulsado por el presidente John F. Kennedy. Allí se ofrecían vacunas, clases de inglés, ayuda económica y hasta kits con artículos tan exóticos para los recién llegados como la mantequilla de maní, recuerda una crónica de Associated Press (AP) publicada hoy. Entre 1962 y 1974, casi 400 000 cubanos pasaron por “El Refugio”, como se conocía en español.

Tras décadas de abandono, y gracias a una inversión de 65 millones de dólares liderada por Miami Dade College con fondos estatales, federales y donaciones privadas —en un contexto donde el condado de Miami-Dade enfrenta recortes y bloqueos de fondos federales a programas educativos bajo la administración Trump, que han afectado incluso a servicios para migrantes y estudiantes de inglés, como señaló recientemente Axios—, el edificio reabre como museo.

La museografía, diseñada por la misma firma detrás del National September 11 Memorial & Museum de Nueva York, ofrece una experiencia inmersiva sobre la historia del exilio cubano y la migración hacia Estados Unidos. Incluye salas dedicadas a la invasión de Bahía de Cochinos, la Operación Pedro Pan y las víctimas del comunismo, así como testimonios orales de más de 300 exiliados, entre ellos Gloria Estefan.

La reapertura ocurre en un momento políticamente tenso. Aunque la comunidad cubanoamericana en Miami respaldó mayoritariamente a Donald Trump, su política migratoria —incluidos arrestos de cubanos— ha generado protestas frente a la torre, según AP. Aun así, los organizadores evitan la confrontación directa y prefieren resaltar el papel de los inmigrantes en la construcción de Miami.

Para muchos recién llegados, ya no hay rastro de aquella red de ayudas que en los sesenta y setenta ofrecía la bienvenida. Hoy, la sensación es la contraria: lejos de ser recibido, el migrante siente que estorba. Pocos reconocen que también se abusó de ellas. Demasiado, diría yo.

Toda esa percepción se alimenta de episodios como la reciente cancelación de 60 millones de dólares en fondos federales para el parque Underdeck, un proyecto que prometía devolver espacio público a Miami y que fue anulado por una iniciativa legislativa republicana. La lógica política que recorta programas y proyectos también erosiona el relato de acogida que la Freedom Tower encarna. En una ciudad donde más del 70 % de los habitantes habla español como lengua materna, el museo opta por resaltar el aporte de los inmigrantes a Miami. Pero fuera de esas paredes, muchos se preguntan si ese espíritu de bienvenida no ha quedado atrapado en las vitrinas de la historia.

Para Madeline Pumariega, presidenta de Miami Dade College e hija de exiliados, la lección es clara: “Miami y el mundo no serían lo que son hoy sin ellos… y las contribuciones de los inmigrantes seguirán marcando el futuro más allá de este momento”.

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