Villa Clara sigue conmocionada tras la muerte de tres adolescentes que fueron alcanzados por un rayo en una zona elevada de Manicaragua. Uno de los rostros más recordados de esa tragedia es el de Analía García Rodríguez, de apenas 14 años, una niña descrita por sus vecinos como alegre, cariñosa y llena de sueños. El último adiós a Analía, celebrado este martes, fue un desborde de dolor colectivo: la funeraria quedó pequeña ante la marea humana que acudió a despedirla.
adie faltó. Desde muy temprano, amigos, maestros, familiares, compañeros de escuela y vecinos de varias comunidades se reunieron en la funeraria local. Algunos llegaron sin conocerla personalmente, pero movidos por la tristeza de lo ocurrido.
“Era una niña del pueblo, y este dolor es de todos”, dijo Arelys, una ex colega de estudios en la Escuela Vocacional de Santa Clara, y oriunda de ese territorio, quien dijo que se mantuvo en las afueras del local todo el tiempo.
«No podía entrar. Es muy fuerte. Muy triste,» expresó.
La sala funeraria, según ella y otros testigos, estaba completamente repleta. Casi no se podía caminar entre las flores y los abrazos inconsolables. La conmoción era visible en los rostros de adolescentes, muchos de ellos con lágrimas en los ojos, sin terminar de comprender cómo una tormenta breve pudo arrancar de golpe a su amiga.
Analía se encontraba junto a otros tres menores en una loma intentando conectarse a Internet cuando un “rayo en seco” —sin lluvia aparente— impactó en el lugar. La descarga eléctrica fue tan violenta que tres de ellos perdieron la vida al instante: Jorge Alejandro de la Coba Monteagudo, de 14 años y vacacionista procedente de Estados Unidos; Andy Alberto Turiño González, de 13; y la propia Analía. Una cuarta adolescente, identificada como Diamelis, sobrevivió.
Las redes sociales han servido de canal para compartir el dolor y la incredulidad. “Que Dios los acoja en su regazo y calme un poco el dolor de sus familias”, escribió Rafael Aballe López, quien publicó imágenes y nombres de las víctimas. “Fuerzas a esas madres que deben estar devastadas”, se lee entre los cientos de comentarios.
Analía fue sepultada bajo una lluvia suave, como si el cielo se uniera también al duelo. En el silencio final, un susurro colectivo acompañó su partida: que no se olvide su nombre, que no se olvide lo que el azar cruel le arrebató. La niña de Manicaragua se fue demasiado pronto, pero el pueblo entero la despidió como lo que era: una pequeña gigante del cariño y la inocencia.
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