En un país donde los cortes eléctricos son parte de la rutina diaria y pueden durar entre 12, 24 horas o más, lo último que cualquiera imaginaría es un megaproyecto tecnológico. Pero el gobierno cubano vuelve a apostar por lo improbable, presentando una iniciativa que, más que innovadora, suena desconectada de la realidad nacional.
Se trata de Cayo Digital, una propuesta que ubicaría en la Isla de la Juventud un parque tecnológico al estilo de Silicon Valley, ese icónico polo de desarrollo informático de Estados Unidos, y que suena aún más delirante que ser líderes en Inteligencia Artificial. La idea, anunciada en medios oficialistas como Cubadebate, contempla la creación de un complejo con 15.000 habitantes, de los cuales 12.000 serían especialistas en tecnología y 3.000 estudiantes enfocados en soluciones digitales adaptadas a las “necesidades de la región”.
Sin embargo, las promesas no se quedan solo en el personal. La infraestructura proyectada incluye desde oficinas, laboratorios y fábricas, hasta viviendas, centros comerciales, guarderías, escuelas, instalaciones deportivas y culturales. Todo esto, en un país donde muchas construcciones se derrumban por falta de mantenimiento y donde los materiales básicos escasean crónicamente.
Además, se plantea asegurar servicios como electricidad, agua, gas, saneamiento, recolección de desechos y buenas vías de acceso. Lo que en otros países sería un punto de partida, en Cuba representa un sueño difícil de alcanzar incluso en sus principales ciudades.
Aunque el discurso oficial lo vende como una plataforma tecnológica que brindaría soluciones TIC para América Latina, hay quienes ven en el proyecto una jugada estratégica de Rusia para afianzar su presencia en la región.
De hecho, Alexander Volkov, director de la empresa rusa GenIT, quien encabeza la iniciativa, reconoció que existe “gran demanda en Latinoamérica y el Caribe por los equipos y soluciones del sector de tecnologías de la información y comunicación de Rusia”. Y Cuba, por su cercanía política con Moscú, se perfila como un socio ideal.
El personal que formaría parte de esta ciudad tecnológica sería, mayoritariamente, cubano. Las autoridades destacan la preparación del capital humano en la isla, en particular egresados de la CUJAE, que incluso cuenta con programas de formación en idioma ruso, facilitando así la colaboración bilateral.
El proyecto ocuparía unas 450 hectáreas y, si todo marcha según el plan, los primeros edificios residenciales se comenzarían a levantar entre 2026 y 2028, mientras que las áreas de investigación científica y plantas tecnológicas estarían listas antes de 2030.
Eso sí, ningún medio oficialista ha abordado las dudas lógicas sobre la factibilidad técnica, el financiamiento o los obstáculos estructurales. Porque en Cuba ya estamos acostumbrados: el papel lo aguanta todo… aunque una vela sea la única luz encendida.





