La familia de este cubano deportado a México lucha por reunificarse, atrapada entre dos sistemas legales y una montaña de incertidumbre.
Ariel Cruz Pentón desapareció sin previo aviso del radar de su esposa. Tras semanas detenido por ICE en el centro de detención de Aurora, Colorado, su rastro se perdió en el laberinto burocrático de la deportación. Su esposa, Alexandria Dell, buscaba respuestas desesperadamente: “¿Lo mandaron a Cuba? ¿Alguien lo ha visto?”. Pero Cuba, país de origen de Ariel, rara vez acepta deportaciones desde EE. UU.
La angustia de Alexandria terminó parcialmente días después, cuando sonó el teléfono. Era Ariel. Llamaba desde Tabasco, México. Había sido dejado allí, sin pertenencias, sin dinero, sin conexiones.
“Tuvo que buscar un cargador para el teléfono, probar si la tarjeta de crédito funcionaba. Estábamos tratando de averiguar dónde pasaría la noche”, cuenta ella a 9News. Desde entonces, Ariel sobrevive en un país extraño, víctima de una nueva política migratoria impulsada por la administración Trump que permite deportaciones a terceros países sin vínculos familiares ni raíces culturales.
Mientras tanto, Alexandria sostiene como puede a su familia. Viajó a México para asistir a su esposo y conseguirle un techo. “Me veo bien por fuera, pero por dentro estoy pegada con cinta adhesiva y superglue”, confiesa. Entre trabajo, ansiedad y trámites, lucha por mantenerse fuerte para su hijo.
La pareja ahora se enfrenta a un doble infierno legal: el sistema migratorio estadounidense y el mexicano. Pagan abogados en ambos países, sin garantía de resultados. Ariel no puede trabajar legalmente ni acceder a ayudas, atrapado en un limbo jurídico que lo deshumaniza. Su única red de apoyo es su esposa, que ha pasado de ser madre y trabajadora en EE. UU. a convertirse en su salvavidas transfronteriza.
“Estamos separados y no sabemos por cuánto tiempo”, lamenta Alexandria. Cada día cuenta, pero las respuestas siguen tan esquivas como el día en que ICE lo detuvo. Su historia revela el rostro humano detrás de las estadísticas: familias fracturadas, afectos desplazados, ciudadanos arrojados al vacío de una política que prioriza la expulsión sobre la dignidad.
Mientras los debates sobre seguridad y migración escalan, Alexandria y Ariel viven una realidad donde los trámites no esperan y el amor tiene que resistir, aunque sea armado de urgencia con cinta y esperanza.
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