Ismael Hernández Chirino es uno de los dos pilotos cubanos que arribaron a Estados Unidos el 25 de marzo de 2023 a bordo de un ala delta motorizado y fueron liberados cinco meses después, tras ganar su caso de asilo político.
Según afirmó Ismael recientemente a BBC Mundo, escapó de su país natal “volando en un viejo planeador con parches y costuras que se estaban despegando”.
“Nosotros vimos tierra a la hora y 50 minutos de vuelo”, dijo sobre el vuelo que realizó desde La Habana, donde el ala delta del tipo “Trike” prestaba servicios turísticos en la modalidad de deportes aéreos, hasta Cayo Hueso, el punto más al sur de Estados Unidos continental.
Durante casi dos horas viendo solo agua, cielo y olas de cuatro metros chocando bajo sus pies, “seguimos la línea de playa hasta que pude ver el aeropuerto internacional (de Cayo Hueso)”, relató quien actualmente vive en Tampa con su novia y aspira a trabajar en el sector de la aviación.
De acuerdo con el testimonio de Ismael, su compañero y él despegaron en la gastada aeronave “desde una casa alquilada”, “guiados apenas por el GPS de un teléfono móvil” y sin haber avisado a sus familiares.
“Me puse muy nervioso, muy tenso, en ese momento en el que me di cuenta que solo veía mar y mar y mar, y que no había ni un pedacito de arena donde caer. Y se complica más cuando miras hacia abajo para ver olas de dos y tres metros”, precisó.
En torno al aterrizaje, que fue “la parte más peligrosa del viaje”, porque tuvo que hacerlo “sin tener comunicación con las autoridades aéreas”, Ismael rememoró: “Hice el acercamiento final y, bueno, la libré porque estaba bastante complicada”.
“Me colé entre dos aviones, uno que entraba y otro que estaba a punto de coger pista. Menos mal que me vieron”, detalló sobre su llegada a Cayo Hueso.
“Llegaron los bomberos porque se rompió la suspensión del avión y quedó atravesada en la mitad de la pista. Y cuando llegaron los agentes de la frontera me dijeron: ‘No me diga, son cubanos’”, agregó.
“Volar te libera de todo”
Pero, antes de ser taxista en La Habana para viajeros locales y extranjeros, Ismael tuvo muchos trabajos: fue carpintero, cartonero, soldador y vigilante en la misión marítima de las tropas guardafronteras de Cuba.
Tras graduarse del colegio, Ismael, que “desde que era un piojo” lo que quiso fue “volar”, aprendió a manejar los ala delta motorizados como la que utilizó para llegar a Estados Unidos, y que eran usadas en labores de vigilancia costera y para “revisar que no vinieran cargamentos de droga”.
Ya con la experiencia que había adquirido en la guardia costera, Ismael empezó a volar los ala delta para el deleite de los turistas, como parte de un programa implementado por el Club de Aviación, adscrito al Ministerio de Transporte de Cuba.
En palabras del joven, la idea de salir de Cuba nació casi “de un día para otro”, cuando la crisis económica de la isla puso en peligro hasta el programa del Club de Aviación y la vigilancia de las naves fue quedando a cargo de pocas personas, incluido él mismo.
“Un día yo estaba cuidando el avión cuando mi amigo viene y me dice: ‘Bueno, ¿y qué hacemos?’ Ese mismo día preparamos todo, conseguimos combustible, conseguimos hacer las modificaciones al avioncito para poder llegar y a la mañana siguiente, despegamos”, narró a BBC.
Sobre la travesía, apuntó a Telemundo que le pareció un vuelo “largo”, aunque no lo fue. Pensaba en qué le pasaría “si se me apagaba el motor”, pero “tuve que concentrarme” porque “yo era quien estaba llevando la nave”.
Al salir del centro de detención de migrantes donde estuvo durante cinco meses y cumplió 29 años, Ismael aseveró que su familia estaba “súper contenta” porque finalmente “se acabaron los momentos de tensión”.
Si lo regresaban a su país, argumentó el aviador, hubiera enfrentado “una pena máxima, porque en Cuba sí existe pena de fusilamiento”.
Poco después de huir de Cuba subrayó que “llegó un punto en que estaba desesperado” porque allí la situación “está muy mala” y “en lo personal me estaba afectando demasiado”.
“Nos íbamos a quedar sin trabajo. Ya teníamos una situación complicada porque habíamos invertido todos nuestros ahorros en función de poder volar estos aparaticos con turistas, pero todo apuntaba a que íbamos a tener que cerrar”, explicó.
En resumen, la idea de “estar en la calle, pasar hambre y que nuestra familia pasara hambre”, fue “la gota que derramó el vaso”.
“La gente en la isla tiene toda esta represión encima y cualquier cosa que hagan va a ser penalizado de la peor manera posible. En Cuba ya ni siquiera hay libertad de poner en Facebook lo que tú piensas de lo que está pasando”, destacó.
Tras la fuga, desde el Club de Aviación de Cuba, calificaron a Ismael y su amigo como “traidores” y “vulgares delincuentes”, al tiempo que exigieron la devolución inmediata del equipo ultraligero en que escaparon de la isla.
Ante tales declaraciones, Ismael aseguró que “no creo que yo haya traicionado a un gobierno que nos ha traicionado a nosotros, el pueblo, durante tanto tiempo”, y que nos ha hecho pasar “hambre, miseria y necesidad”.
“Fue casi como sentirme como el rey del mundo, como que todo me ha quedado chiquito. Volar tiene eso, te libera de todo”, concluyó el cubano sobre su hazaña.