Por ahora, el mensaje desde Washington es claro: las redadas continuarán, se intensificarán y serán priorizadas, a pesar de toda resistencia política y social.
Las redadas han generado un debate nacional sobre las políticas de inmigración y la aplicación de la ley. Defensores de los derechos de los inmigrantes argumentan que estas operaciones crean un clima de miedo y desconfianza en las comunidades inmigrantes, disuadiendo a las personas de denunciar delitos o buscar servicios esenciales. Por otro lado, partidarios de las redadas sostienen que son necesarias para abordar problemas de seguridad pública y hacer cumplir las leyes de inmigración.