Más allá de la cifra, lo que queda es la pregunta incómoda: ¿por qué una madre cubana tiene que esperar a hacerse viral, llorando en un parque con sus niños hambrientos, para que aparezca una red de ayuda que le ofrezca lo que el Estado no ha sido capaz de garantizarle? La colecta de más de tres millones de pesos habla de una solidaridad enorme, pero también de un vacío igual de grande.
En Jicotea no piden un boulevard; piden que sus hijos lleguen a clase limpios, sin tener que elegir entre el fango y faltar. Si las autoridades municipales de Ranchuelo miran ese video con ojos de ingeniero y de padre, entenderán que aquí no se discute estética urbana, sino derecho al acceso. Unos cien metros pueden parecer poco en el mapa, pero en la vida diaria de estos niños son la distancia exacta entre empezar el día con barro… o con cuaderno. Y eso, para una comunidad entera, marca la diferencia.
El reencuentro en el aeropuerto es el punto de giro, no el final del cuento. Empieza entonces el trabajo silencioso: reconocerse de nuevo, construir rutinas, establecer límites, traducir cariños. Para los padres, es volver a “ganarse” a un hijo que ya no es el mismo de la despedida. Para los niños, entender que esa persona que vuelve a la casa no es una visita, sino la pieza que faltaba. Duele y, a la vez, sana.
De momento, todo apunta a un episodio donde el rumor corre más rápido que la información oficial. Lo responsable, para las autoridades, sería aclarar si se trata de ejercicios rutinarios, actualización de expedientes o algo más. Y para los convocados, exigir por escrito el motivo, la duración y el estatus de la citación. En un país exhausto por apagones y carencias, cualquier insinuación de “movilización” tiene un eco político y emocional difícil de contener.
La cubana, visiblemente emocionada, regresó días después al hospital para agradecer al personal. Habló en español y fue traducida por un miembro del equipo médico: “Muy feliz de tenerlos a los dos. Fue una experiencia inmensa y traumática, pero con un final muy feliz”
La publicación ha generado una ola de solidaridad hacia esta madre cubana. Decenas de personas han respondido enviando bendiciones, mensajes de apoyo, y preguntando por detalles para intentar ayudar, incluso desde el extranjero. Algunos han ofrecido vitaminas, goticas, o han solicitado una imagen clara del sistema para intentar buscarlo por su cuenta. “Tu niño es un guerrero”, escribió una usuaria. “Dios va a tocar corazones para que llegue lo que necesita”, añadió otra.
La comunidad cubana en redes sociales continúa siendo clave en la difusión de estos llamados de auxilio, ante la insuficiencia de acciones efectivas por parte de las autoridades.
Esta historia es un potente recordatorio del sacrificio que muchas madres enfrentan en Cuba para garantizar el bienestar de sus hijos en un contexto de crisis profunda y falta de apoyo institucional.
Según los informes preliminares, la madre había estado golpeando al niño de manera brutal y contundente, causando lesiones visibles en su cuerpo. El niño fue trasladado de inmediato a un hospital cercano, donde recibió atención médica.
El apoyo a Kendra no solo ha sido material, sino también emocional, motivándola a seguir cantando y componiendo. Su historia es un testimonio de la resiliencia y el espíritu de lucha ante la adversidad, inspirando a muchos en Cuba y más allá