En La Habana Vieja una vieja deuda de sangre se cobró a plena luz del día, frente a todos, y reforzó la idea de que, en muchos barrios de la capital, la vida vale cada vez menos y la violencia se ha convertido en un lenguaje habitual.
Tomadas en conjunto, estas historias dibujan un patrón: donde faltan controles, proliferan las sospechas; donde la información oficial es escasa, crecen el rumor y la indignación.
Con una víctima joven y varios heridos graves, La Habana se encuentra ahora frente a un hecho que no solo deja dolor en las familias afectadas, sino también una sensación de desconcierto y miedo en barrios acostumbrados a madrugadas bulliciosas pero no a escenas de este tipo.
¿Cuál es la diferencia en el tratamiento informativo en ambos sucesos? Pues esta: el fallecido en Santos Suárez era un transeúnte que circulaba casualmente por el inmueble cuando este se desmoronó. En el caso de la familia de La Habana Vieja, eran tres personas que vivían en el inmueble desplomado.
El establecimiento, conocido por su auténtica cocina cubana y ambiente acogedor, había sido un sueño hecho realidad para sus dueños, quienes tardaron años en reunir un equipo compuesto principalmente por trabajadores cubanos.