En Cuba, donde los mecanismos formales de asistencia suelen ser lentos o insuficientes, Facebook y WhatsApp funcionan como tablón de anuncios, oficina de coordinación y, muchas veces, única ventanilla de esperanza. Hay una ética de la proximidad que se activa: quien no tiene dinero ofrece transporte; quien no puede donar sangre replica la convocatoria; quien no posee colchones pregunta por tallas de ropa; quien vive fuera enciende la cadena de remesas o compra en línea.
Que en esta ocasión no haya que lamentar víctimas es un alivio. Pero el humo que ayer se elevó sobre los techos de San Juan de Dios es recordatorio tangible de que cada apagón prolongado trae consigo una cadena de decisiones de alto riesgo.
Las autoridades han recordado a los navegantes la importancia de revisar las condiciones de sus embarcaciones y cumplir las normas de seguridad, especialmente durante los fines de semana festivos.
Uno de los mensajes que se volvió viral calificaba el hecho como un “grave incendio en el puerto de Matanzas”, lo que llevó a una oleada de comentarios y especulaciones
A pesar de lo aparatoso del siniestro, no se reportaron pérdidas humanas, y gracias a la intervención de los bomberos, con apoyo de pipas de agua de diversos sectores de la economía, se logró extinguir el fuego antes de que alcanzara más equipos. Sin embargo, los tres vehículos afectados quedaron completamente inservibles.
Un incendio registrado el sábado en la subestación eléctrica soterrada de Tallapiedra, en la Avenida del Puerto, provocó una interrupción masiva del suministro eléctrico en varias zonas de la capital
Este lamentable incidente ha vuelto a poner en el centro del debate la eficiencia de los servicios de emergencia en Cuba, donde la falta de recursos y la desorganización muchas veces provocan que tragedias evitables terminen en pérdidas irreparables.