En un país que aún carece de un sistema público y auditable de datos en emergencias, el periodismo —esté en Santiago o en Miami— vuelve a ocupar un rol de primera respuesta informativa. La muerte de Roberto Pedrera, con nombre y apellido, no solo corrige una estadística; señala un modo de narrar la tragedia que deja a los ciudadanos a oscuras. Y recuerda, de paso, que la verdad en Cuba rara vez entra al parte por la puerta de servicio: el pueblo empuja y la prensa la sostiene. Hoy, esa verdad se llama Roberto. Y desmiente.
El pueblo cubano exige respuestas, no solo a nivel local, sino también nacional. Mientras las autoridades sigan priorizando el control sobre la acción humanitaria, la desconfianza y el descontento seguirán creciendo. La pregunta es si el régimen está dispuesto a escuchar y actuar antes de que sea demasiado tarde.
La población afectada se enfrenta a una realidad compleja, en la que la ayuda humanitaria llega con limitaciones y en condiciones que evidencian las carencias estructurales de la isla para gestionar crisis de gran magnitud
Miguel Díaz-Canel, en un mensaje a la nación, expresó su preocupación por la situación y reiteró el compromiso del gobierno de "no dejar a nadie atrás". Sin embargo, los familiares de los desaparecidos continúan esperando noticias.
Según la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA), más de 2.200 líneas fijas en Baracoa permanecen interrumpidas, lo que representa el 31% del total en el municipio. Además, 12 estaciones de radiobase están fuera de servicio, lo que ha generado una caída del 79% en la cobertura móvil en la región.
Las autoridades de la isla han decidido extender las medidas adoptadas el pasado 20 de octubre, en pleno colapso del Sistema Electroenergético Nacional.
Más de 15.000 personas fueron evacuadas antes de la llegada del huracán, con 9.000 en Imías y 6.000 en San Antonio del Sur, pero las inundaciones repentinas superaron las expectativas. Las aguas subieron rápidamente, alcanzando hasta un metro de altura en varias áreas, arrasando viviendas y destruyendo infraestructuras clave. En Imías, muchas familias tuvieron que ser evacuadas de emergencia debido a la crecida súbita de los ríos.