La gran lección de Melissa —y quizás la más dolorosa— es que la resiliencia cubana existe, pero no puede seguir siendo la única política pública que funcione. La ayuda internacional y los esfuerzos privados están parcheando huecos que deberían estar cubiertos por un sistema robusto de prevención y recuperación. La gente está salvando a la gente, como siempre. Y eso es admirable. Pero también es una señal de alarma.
Los cuatro incidentes reflejan un aumento en la violencia y la tensión que se respira en Miami. Ya sea por ataques racistas, amenazas de bomba, crímenes violentos o accidentes mortales, la ciudad parece estar en un punto de ebullición. ¿Es el clima político? ¿Es la crisis económica? ¿La renta que no baja? ¿El precio de las casas? ¿O será simplemente que la gente está al borde de un colapso nervioso? Lo que está claro es que la normalidad en Miami sigue estando cada vez más lejana.
Las autoridades cubanas continúan apuntando sus medidas represivas hacia los sectores equivocados, sin abordar las raíces de las crisis que afectan al país.
Salt Bae es el chef turco más odiado por el exilio cubano y venezolano en Miami, por imitar a Fidel Castro en el 2017 y cocinarle entre risas a Nicolás Maduro, meses después.