Las imágenes y los testimonios, publicados en redes justo cuando el Gobierno celebra y resalta el control sanitario nacional, constituyen un desafío difícil de soslayar. Porque en un país que dice proteger a su gente, que la muerte se vuelva masiva y visible antes de ser atendida no es solo tragedia: es advertencia. Y en Camagüey la advertencia ya se ha vuelto crónica.
En Cienfuegos, Camagüey y otras provincias, la muerte ya no es solo un rito; es un pasillo saturado, un nicho compartido, un silencio oficial que pesa más que el mosquito que la trae. La cuenta avanza, y mientras tanto, nombres se suman a la lista sin que haya explicación oficial, solo fosas abiertas.
Este caso y otros muchos casos en otros cementerios cubanos reflejan una crisis más profunda en la infraestructura y administración, donde incluso los sitios más emblemáticos y valorados no están a salvo de la decadencia y el abandono.
Muchos cubanos se preguntan por qué, si se compran flotas de autos nuevos, cero kilómetros, para el turismo y la renta de autos en Cuba, y también autos nuevos para el parquet automotriz de la PNR, las FAR y el MININT, no hay ambulancias ni carros fúnebres.