Las muertes de Ray Reyes Brizuela e Isael Pérez no son hechos aislados, sino parte de un patrón más amplio de siniestralidad en Cuba, donde cada semana se reportan víctimas fatales en la vía. La diferencia es que, en la ausencia de una prensa oficial ágil en cubrir estos temas, son las redes sociales —los muros de Facebook, los reels compartidos, las páginas independientes— las que se convierten en obituario colectivo y también en fuente de información. Desde allí, las familias y amistades lloran a sus muchachos, repiten una y otra vez la sigla EPD y, al mismo tiempo, dejan constancia de lo que pasó.
El dolor de perder a dos integrantes de la familia contrasta con la necesidad urgente de salvar a la niña sobreviviente, cuya vida está en manos de los médicos y el cuidado colectivo. Los mensajes de oración se multiplican, reflejando el deseo de todos los que se han conmovido con esta tragedia: que suceda un milagro.
A pesar de los intentos por reducir los accidentes, la falta de infraestructura adecuada y la antigüedad del parque vehicular hacen que las mejoras sean lentas e insuficientes. Mientras tanto, cada nuevo accidente en las carreteras cubanas sirve como un recordatorio doloroso de que este es un mal que, al menos por ahora, parece no tener cura.
El accidente y la respuesta solidaria reafirman la capacidad de la sociedad civil para movilizarse ante adversidades, mostrando que, incluso en medio de carencias, la empatía y el compromiso social son fundamentales para superar tragedias colectivas.
La noticia fue dada a conocer a través de Facebook por la periodista cubana Yamilé Ricardo Velázquez, quien detalló que el personal médico del hospital de Guáimaro se movilizó rápidamente para atender a los heridos.
En un momento en que las familias deberían estar celebrando la vida, se encuentran llorando la pérdida y la desesperación de lo que podría haberse evitado.