Sujeto que apuñaló y dio muerte a su madre en el sur de la Florida, había sido retenido dos veces por ICE, pero…

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La tragedia que sacudió a la comunidad hispana el pasado 23 de agosto tiene nombre propio: Lilian Ochoa-Menjivar, de 55 años y originaria de Honduras, fue asesinada en su vivienda sita en el 2500 de Peach Drive. La mujer recibió múltiples heridas de arma blanca presuntamente a manos de su hijo, Héctor Muñoz-Ochoa, de 24 años, quien fue arrestado poco después del crimen por la Oficina del Sheriff de Jacksonville (JSO).

El caso ha generado un fuerte debate en las redes sociales no solo por la brutalidad de los hechos, sino también porque Muñoz-Ochoa tenía un largo historial de arrestos previos por delitos bien graves y detenciones relacionadas con inmigración.

Registros oficiales muestran que en noviembre de 2020 fue procesado por asalto agravado con arma blanca en un contexto de violencia doméstica; y aunque no dice contra quién, y hubiese sido posible que fuese contra su madre, no deja de haber constituido una señal de alerta. Los cargos fueron eventualmente desestimados – ¿su madre lo habrá perdonado? -, pero ICE emitió un “hold” migratorio que lo retuvo hasta diciembre de ese año, en que fue finalmente liberado.

En diciembre de 2021 volvió a ser arrestado, esta vez por agresión agravada doméstica con arma mortal. ¿Contra quién? No lo dice tampoco, y es muy probable que haya sido de nuevo contra su madre, y ya esta era una segunda señal de alarma.

Cumplió tiempo bajo custodia del condado de Duval hasta junio de 2023, fecha en que fue liberado nuevamente tras cumplir sentencia. Durante ese proceso también se le aplicó una retención por parte de ICE para ser deportado, pero la orden nunca se ejecutó.

El patrón de violencia era evidente. Sin embargo, en ambas ocasiones Muñoz-Ochoa recuperó la libertad, presuntamente por consideraciones relacionadas con problemas de salud mental que limitaban la manera en que el sistema podía procesar su caso.

Esa misma condición es ahora citada por voces en la comunidad que piden evitar un estigma sobre los latinos, advirtiendo que no se trata de un crimen “por identidad”, sino de una enfermedad no tratada a tiempo.

Sin embargo, el pasado sábado, cuando la policía acudió al domicilio tras una llamada de emergencia, ya era demasiado tarde: Lilian había muerto en el interior de su casa.

Muñoz-Ochoa fue detenido y enfrenta ahora cargos de asesinato en segundo grado por un acto “peligroso, evidenciando una mente depravada sin premeditación”, según la acusación estatal. Permanece en la cárcel del condado de Duval, sin derecho a fianza, y su próxima audiencia está fijada para el 16 de septiembre. Y esta vez también le ha sido puesta una retención por parte de ICE.

Mientras tanto, el dolor de la familia se multiplica. Una de las hijas de la víctima, Wendy Ochoa, lanzó una campaña en GoFundMe para recaudar fondos que permitan cubrir los gastos funerarios y trasladar el cuerpo de su madre a Honduras. Hasta el momento, la iniciativa ha recaudado más de 3,200 dólares de un objetivo de 5,500.

Debate sobre ICE y las políticas migratorias bajo la administración demócrata

Héctor Muñoz-Ochoa, como ya dijimos y expresan muchos en las redes sociales, no era un desconocido para las autoridades. ICE ya lo había retenido en 2020 y nuevamente en 2021, pero en ambas ocasiones quedó en libertad.

Para los críticos de la administración Biden, este caso es un ejemplo palpable de cómo la laxitud en la aplicación de las leyes migratorias y la falta de coordinación con el sistema de salud mental pueden desembocar en tragedias; y no pocos aluden al hecho de que bajo la administración demócrata, la política migratoria cambió de manera significativa: se redujeron las deportaciones, se establecieron prioridades enfocadas en casos de “alto riesgo” y se aplicó un criterio de tolerancia que, en la práctica, permitió que individuos con antecedentes de violencia regresaran a las calles.

Hoy, esa “tolerancia”, al menos en el caso de Héctor, se convierte en una pregunta incómoda: ¿cómo alguien con un historial de asaltos con arma blanca y violencia doméstica terminó libre, presuntamente sin supervisión médica ni judicial suficiente? El resultado es devastador: Lilian Ochoa, una madre trabajadora y querida en su comunidad, fue asesinada en su propia casa.

Para quienes defienden una visión más compasiva, el problema no radica en su estatus migratorio, sino en la ausencia de un tratamiento adecuado para una enfermedad mental que presuntamente nunca fue atendida a tiempo, o como es debida.

La tensión entre las personas de la comunidad hondureña y del Sur de la Florida que conocen el caso está servida. Por un lado, se cuestiona si ICE debió haber deportado a Muñoz-Ochoa en 2020 o en 2023, evitando que permaneciera en Jacksonville. Por otro, se señala el riesgo de alimentar estigmas: reducir este caso a la narrativa de un “inmigrante peligroso” invisibiliza la raíz del problema, que también tiene que ver con la desatención a la salud mental y la violencia doméstica.

En medio del clima político actual, el asesinato de Lilian Ochoa pudiera hasta convertirse en un caso emblemático dentro del debate nacional sobre inmigración, seguridad y responsabilidad del Estado, dándole en gran medida la razón al por qué muchos le piden mano dura a Trump contra los inmigrantes delincuentes.

Sin embargo, no podemos olvidar que este no solo es un crimen atroz que sacudió a una familia, sino también un espejo de las fallas acumuladas en políticas públicas que van desde ICE – un rama de la agencia de Seguridad Nacional del gobierno de los Estados Unidos – hasta el sistema de salud mental.

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