Sandro Castro, nieto del fallecido Fidel Castro y figura habitual del escándalo en redes sociales, ha vuelto a encender los ánimos de los cubanos, tanto en la Isla como en la diáspora, con un video que mezcla misticismo, discursos pacifistas y un vestuario digno de un culto esotérico. En la grabación, publicada en su cuenta de Instagram, se muestra con una paloma blanca en mano, túnica blanca y gesto solemne, pronunciando un mensaje por “la paz mundial”.
“Quiero dar un gran mensaje a nuestro planeta, nuestro Universo, la humanidad: no a las guerras… Todos somos igualdad, aunque seamos de diferentes colores, pensamientos, razas, costumbres y religión. Paz y amor para todos”, declaró Sandro en tono dramático.
Este mensaje llega justo en medio de una nueva escalada militar entre Irán e Israel, donde los misiles han dejado una estela de destrucción y centenares de muertos, muchos de ellos civiles. Aunque el nieto del líder de la Revolución Cubana no mencionó directamente el conflicto, la coincidencia temporal llevó a muchos a interpretar su “llamado espiritual” como una respuesta improvisada y descontextualizada a la tragedia internacional.
Sin embargo, lo que más ha molestado a los cubanos no ha sido el fondo del mensaje, sino el mensajero. En un país donde miles enfrentan represión, crisis económica y carencias básicas, ver al heredero de una dinastía política hablar de amor y paz con un pájaro en la mano resulta, para muchos, una burla.
“Este es el castigo de los Castro, es la burla de esa familia”, comentó un usuario en redes. Otro fue más allá: “Sinceramente, este chamaco está para ingreso psiquiátrico”. Entre las respuestas, abundan el sarcasmo, la indignación y la rabia, sentimientos compartidos por una diáspora marcada por el exilio y la pérdida.
En 2025, el número exacto de presos políticos en Cuba sigue siendo una incógnita, pero organizaciones independientes estiman que al menos 1.150 personas permanecen encarceladas por su oposición al régimen. Para muchos cubanos, escuchar palabras sobre “diálogo y paz” desde la boca de un Castro -aunque sea de la nueva generación y sin cargo oficial- representa una desconexión dolorosa con la realidad nacional.
Lea más: Sandro Castro se sube a un escenario en La Habana: “Fidel debe estar revolcándose en su tumba”
Sandro, quien gestiona el Bar EFE en pleno corazón del Vedado habanero, ha sabido mantener su nombre en el candelero con publicaciones que bordean lo provocador y lo absurdo. Hace solo unos meses, apareció en un video rodeado de amigas, usando ropa interior femenina como bufanda y refiriéndose a las mujeres cubanas como “esos malditos animalitos” en una pretendida felicitación por el 8 de marzo. Aquella escena, al igual que la actual, provocó una reacción airada, pero también reforzó su perfil como símbolo del privilegio y la extravagancia en medio de un país que lucha por sobrevivir.
Sus frecuentes colaboraciones con influencers como Santy Ogbetuá o La Cintumbare no han hecho más que acentuar esta imagen de frívolo heredero, que lejos de alejarse de los reflectores, parece alimentarse del escándalo. Para muchos, su presencia en las redes es un recordatorio de las profundas desigualdades que persisten en la Cuba actual.





