Michel Mirabal regresó La Habana con su mayor exposición en 15 años: Tú no me conoces

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La muestra consolida el retorno de Michel Mirabal a un espacio estatal de referencia, tras una década y media sin una muestra de gran escala en Cuba. El resto lo dirán las salas llenas y el pulso de esa conversación que la obra propone con los públicos de la ciudad.

Tú no me conoces, la exposición más ambiciosa y primera de Michel Mirabal en su país en quince años, abrió al público el sábado 8 de noviembre a las 6:00 p. m. en el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño Luz y Oficios, en La Habana Vieja y se mantendrá abierta hasta el 18 de enero de 2026, aunque el dossier de prensa adelantaba la clausura alrededor del 15 de enero, una discrepancia que la organización atribuye al ajuste final de calendario. La muestra reúne piezas nuevas y obras clave del artista.

La sala de Luz y Oficios, en la esquina de Oficios 362 y Luz, sirvió de sede a un proyecto que los curadores Nelson Herrera Ysla y Andrés Isaac Santana describen como una lectura de la obra de Mirabal desde el “objeto simbólico” y lo cotidiano, con humor, memoria histórica y una mirada a las relaciones de poder del presente.

La propuesta, explican, combina obras conocidas —las menos— con piezas concebidas para esta cita, y está acompañada por un catálogo de más de 300 páginas que reúne textos de críticos y ensayistas, entre ellos el novelista Leonardo Padura.

A juzgar por imágenes en la presentación estuvieron artistas como Alain Daniel y Haila María Mompié, entre otros.

Antes de la apertura, la institución convocó a una conferencia de prensa el jueves 6 de noviembre a las 11:00 a. m. con un menú de degustación cortesía de La Especial.

Para este próximo sábado 29 de noviembre está prevista la presentación del catálogo en la propia sede, con la participación de los curadores y de invitados como Jorge Peré, Rafael Acosta de Arriba, Pablo León de la Barra, Javier Martín y Loraine Mendes. La agenda de actividades confirma el carácter público y procesual del proyecto: no solo una exposición, sino también un dispositivo de conversación crítica.

El recorrido expositivo aterriza esa ambición en una constelación de piezas. Día a día (2025) se presenta como una instalación monumental: escultura en mármol integrada por 469 ollas de presión, un inventario doméstico que Mirabal reconfigura como paisaje material del presente cubano. En Quejas y sugerencias (2013), el artista interviene un buzón postal con dientes de cerdo y tiburón, desplazando un objeto institucional hacia una lectura visceral de la relación entre ciudadanía y burocracia. Y en Escapando (2023), la acumulación de tubos de escape condensa la idea de fuga en la materialidad misma de la máquina. Todas son obras que apuntan al gesto de convertir lo cotidiano en símbolo.

Rebelión (2019), una instalación construida sobre un carruaje del siglo XIX armado con 523 machetes, funciona como nudo histórico y visual dentro del conjunto: una imagen de energía colectiva y herramienta convertida en emblema, que actualiza, sin nostalgia, repertorios de lucha. La pieza permite leer la exposición como una conversación entre capas temporales, y no solo como un despliegue de formatos.

Más allá del repertorio, Tú no me conoces trae un componente institucional poco frecuente: Mirabal, su equipo de Finca Calunga y trabajadores del centro intervinieron en la recuperación de la propia sede, fundada en 1981 y con tradición en bienales y salones nacionales, para devolverle condiciones expositivas y de atención al público. El proyecto, subrayan los curadores, ha exigido restauración de espacios y una coordinación logística que desborda los protocolos habituales de montaje, y que se inscribe en la misión histórica del Centro de promover las artes visuales cubanas con énfasis en el arte joven.

La narrativa curatorial evita el cliché de la “retrospectiva” cerrada. Aquí el hilo conductor es un léxico de objetos: duchas, contenedores, carros, mesas de trabajo, plátanos, vírgenes, que reaparecen como signos móviles en registros que mezclan instalación, escultura, fotografía y dibujo. El objetivo, según el dossier, es colocar al público cubano frente a un Mirabal menos visible en los circuitos locales, después de años de circulación internacional. No se trata de “otro” artista, advierte uno de los textos críticos incluidos, sino del mismo autor en un “golpe de timón” que empuja hacia la madurez técnica y conceptual.

El dispositivo editorial que acompaña la muestra es parte de la apuesta. El catálogo no solo reproduce obras, sino que documenta procesos de trabajo y monta un archivo de gestos. En sus páginas conviven miradas académicas, ensayos de crítica cultural y testimonios, y se cruzan lecturas divergentes: de la condición lúdica y cínica del artista a la posibilidad de leer su producción desde claves queer; de la discusión sobre legitimidades y capital relacional a la insistencia en la eficacia simbólica de lo doméstico. La exposición está pensada, en ese sentido, como una pregunta que se responde en el aquí y ahora del visitante.

La muestra consolida el retorno de Michel Mirabal a un espacio estatal de referencia, tras una década y media sin una muestra de gran escala en Cuba. El resto lo dirán las salas llenas y el pulso de esa conversación que la obra propone con los públicos de la ciudad.

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