Un mercenario cubano capturado por las Fuerzas Armadas de Ucrania ha dejado a más de uno con la boca abierta al afirmar que, desde su prisión en un campo de prisioneros de guerra, disfruta de una dieta mejor que la que tenía en su propia casa en Cuba. Según el diputado ucraniano Marian Zablotsky, quien lo visitó recientemente, el hombre está «encantado con el menú de la prisión».
Zablotsky, quien preside el Subcomité de Impuestos y Tasas Locales del Parlamento ucraniano, contó que el mercenario fue reclutado en Cuba por un ruso hispanohablante, quien le prometió dinero fácil y un boleto directo a la ciudadanía rusa. Tras llegar a Rusia, el cubano fue enviado a luchar en Ucrania, pero terminó capturado. Hasta ahora, es el único mercenario cubano que las tropas ucranianas han tomado con vida.
Durante su visita, el diputado hizo una videollamada con Orlando Gutiérrez Boronat, un conocido líder del exilio cubano en Miami. A petición de Boronat, el mercenario recibió una Biblia en español y un paquete de cigarrillos Marlboro. Sin embargo, lo que más ha llamado la atención de esta historia es el contraste entre las condiciones de vida en la prisión ucraniana y las que enfrentaba en su país natal.
Zablotsky subrayó que esta reunión tiene un importante significado diplomático para la diáspora cubana en Estados Unidos. «Ucrania y los cubanos exiliados tienen un enemigo común en el régimen de La Habana, y debemos continuar la lucha conjunta», declaró.
Este caso también pone en evidencia las redes de reclutamiento que Rusia habría operado en Cuba desde 2023, con el objetivo de enviar hombres al frente de batalla. Mientras La Habana intentó desmarcarse calificando a los reclutados como «mercenarios» y prometiendo investigaciones, el tema se ha desvanecido en el olvido oficial.
El mercenario cubano asegura que, aunque vive en cautiverio, sus condiciones alimenticias han mejorado notablemente. Una realidad que no solo expone las penurias de Cuba, sino también el engaño al que son sometidos muchos de sus ciudadanos bajo promesas de mejores oportunidades.
Un patrón interesante a tener en cuenta: cubanos creen que estar preso al menos le garantiza la comida
La historia de este mercenario cubano capturado en Ucrania trae a la mente la paradoja de aquellos que, por las circunstancias de su vida, encuentran mejores condiciones en el cautiverio que en su entorno «libre». Es inevitable pensar en figuras como «Tito», el clásico personaje de barrio que, aunque en un contexto diferente, reflejaba un dilema similar: entre la precariedad de su hogar y las mínimas comodidades garantizadas en prisión, la segunda opción resultaba menos amarga.
En ambos casos, la decisión de estar donde están no parece responder tanto a un deseo de aventura o maldad como a una necesidad de supervivencia. El mercenario, reclutado con promesas de dinero y estabilidad, vio en la guerra una puerta de escape ante un presente sin futuro. Lo mismo hacía «Tito», quien sabía que, aunque la prisión no era un paraíso, al menos no enfrentaría los rigores del hambre ni la incertidumbre de un techo que podía derrumbarse en cualquier momento. La elección, en ambos casos, no es tanto por preferencia como por resignación.
Lo impactante de esta comparación es cómo el sistema que debería garantizar un mínimo de dignidad para sus ciudadanos, en realidad los empuja a ver en la privación de libertad una mejora en sus condiciones de vida. Este patrón no es exclusivo de Cuba, aunque allí adquiere tintes especialmente trágicos. Muchas sociedades fallan en proveer las necesidades básicas, convirtiendo a las cárceles en una suerte de refugio donde, paradójicamente, la miseria está mejor organizada.
En el caso del mercenario cubano, el contexto es aún más desolador: un hombre que, buscando salir de la precariedad, termina atrapado en una guerra que no entiende y en un bando que, probablemente, tampoco le importa. Lo único claro en su relato es que, aun en medio de un conflicto y bajo custodia, tiene mejor comida y trato que en el lugar que alguna vez llamó hogar.
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