Cuando un país vive en emergencia permanente, cualquier ciclón se convierte en catástrofe antes de llegar. Esa es la realidad de Cuba hoy: un territorio exhausto, con su oriente aún a medio levantar de los últimos huracanes, con hospitales desbordados por dengue y Oropouche, y con una infraestructura que se sostiene más por costumbre que por cemento. En ese escenario, Melissa —todavía tormenta tropical pero ya con aspiraciones de huracán— se perfila como el visitante menos oportuno posible.
¿La peor parte? Que atravesará Cuba por Oriente, muy probablemente.
La región aún no se recompone de los embates de 2024. Entonces, el huracán Oscar tocó el Este (Guantánamo–Holguín) con fuertes lluvias, deslizamientos, derrumbe de puentes y miles de viviendas dañadas; semanas después, el país encajó otro golpe con Rafael, que colapsó la red eléctrica. Ese encadenamiento dejó infraestructura debilitada, embalses sensibles y comunidades con techos provisionales. Es una memoria reciente. Todavía hay quiénes no se han recuperado. Quien no ha podido regresar a sus casas. La mayoría que lo perdió todo, aún no tiene nada.
A esto se suma un telón de fondo epidemiológico que ya es grave en todo el país. Como bien se sabe, tras los huracanes e inundaciones, se disparan SIEMPRE los riesgos como la leptospirosis por agua contaminada, además de picos de arbovirosis (dengue, chikungunya, Oropouche) por criaderos que brotan con la basura y el agua estancada. Llegaría Melissa a Cuba a magnificar y empeorar un escenario mixto de dengue–Oropouche–chikungunya-zika y hospitales tensionados; la OPS advierte del riesgo alto de brotes cuando fallan agua potable, saneamiento y control vectorial.
Dicho de otro modo: si llueve muy fuerte, la curva epidemiológica puede subir aún más. Lo que sabemos hoy (miércoles 24 de octubre): Melissa se organiza cada vez más en el Caribe central y el NHC describe un proceso de intensificación paulatino.
Falta precisión fina sobre su interacción con los sistemas de gran escala que decidirán su trayectoria. Pero la señal de riesgo es clara: mucha agua en terrenos saturables, con diques, puentes y caminos frágiles.
Categoría 2,3 o 4
Todavía se desconoce con qué categoría Melissa impactará a la isla (de hecho, no se sabe si o por donde), pero se habla de categoría dos como algo muy probable; y de categoría 4 si se sigue demorando en hacer su inclinación al norte.
La meteoróloga Madison Torres, dice que podría convertirse en huracán Categoría 3 o superior. ¿En qué «estado» tocará a la isla? Imposible de definir.
Sin embargo, lo que urge recordar aquí es que lo que mata no siempre es el viento. La contaminación del agua y la aparición de los mosquitos semanas después, terminarán conectándose con un escenario que ya luce apocalíptico para muchos. Melissa llega cuando escasea casi todo en la isla: combustible para fumigar y bombear agua, reactivos de diagnóstico, tejas, cloro, transporte y electricidad estable.
Es, por tanto, una amenaza meteorológica sobre una emergencia lenta. Si el Este vuelve a ser la puerta de entrada, el daño no será “nuevo”, será acumulativo. Hoy, la mejor decisión es aburrida y eficaz: limpiar tragantes, drenar patios, asegurar techos, proteger documentos, identificar casas altas de familiares, cargar radios/linternas… no estar haciendo congresos ni eventos.
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