La Central de Energía Nuclear en Cienfuegos o Central de Juraguá, o como también fue conocida, la Electronuclear de Cienfuegos o «La Obra del Siglo», como la llamó el ya extinto gobernante cubano Fidel Castro Ruz, es un retortijo de bloques de cementos inundados por la maleza, según se puede apreciar en unas fotos que han sido divulgadas en Facebook.
El lugar ha venido utilizándose como polígono de tiro y blanco de disparos de cohetes de artillería durante años, aunque en algún momento se dijo que Francia retomaría las obras dejadas a la mitad al inicio de la década de los 90´del pasado siglo, justo tras la caída de la ya inexistente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS.
En los alrededores viven cientos de familias que fueron llevadas allí desde distintas partes de Cuba. En su mayoría ingenieros, técnicos y constructores. Incluso residen ciudadanos de la extinta URSS que se casaron con ciudadanos cubanos y jamás regresaron a la URSS. Son los menos, y muy probablemente no lleguen a cinco.
BBC la llamó «el sueño atómico que Fidel Castro quiso construir en Cuba inspirado en las centrales de la URSS», una gigantesca obra de ingeniería que comenzó a levantarse desde el suelo en el año 1982, con apoyo técnico y económico soviético.
La Central de Energía Nuclear en Cienfuegos comenzó a erigirse a inicios de la década de 1980 siguiendo el modelo de la central soviética de Chernóbil. En 1986, el desastre en la planta nuclear de Chernóbil, el que hasta ahora se considera el mayor accidente nuclear de la historia, expuso al mundo las debilidades del programa nuclear de la URSS y sobre todo levantó enormes preocupaciones en el gobierno de Estados Unidos, debido a la corta distancia que existe entre las costas de Cuba y la de los EE.UU.
La construcción del primero de los cuatro reactores de 440 megavatios de potencia previstos había comenzado en el año 1982. Fue el único que se concluyó. Diez años después, el 5 de septiembre de 1992, Fidel Castro hizo público el fin de la construcción de la planta nuclear en Juraguá.
Para muchos resultó un alivio. El gobierno cubano había insistido, durante seis años, después del desastre de Chernobyl, que en la planta cubana no sucedería lo mismo, pero miles de personas temían que esta se convirtiese en otro Pripiat. En el Pripiat cubano.
“El reactor nuclear averiado era distinto al que tendríamos acá, el de Chernobyl era de gran potencia, moderado por grafito”, “no nos tiene que ocurrir a nosotros, estamos bien preparados”, “Allí se cometieron errores que no deben repetirse en Juraguá”, se decía y repetía por todos lados en Cuba, entre los dirigentes cubanos y también entre quienes trabajaban en la Central de Energía Nuclear en Cienfuegos. El gobierno cubano confíaba en aquel proyecto, generador de energía limpia.
En el año 1982, cuando se paralizaron las obras, la Unión Soviética llevaba «desaparecida» dos años. Era el país que había sostenido e invertido en la construcción y envío de equipos, pero ya su soporte era inexistente. Se habían gastado allí más de 1,000 millones de dólares.
La Central Electronuclear de Juraguá, la Central de Energía Nuclear en Cienfuegos solo quedó en sueños.
Eso sí, convirtió a un pueblito de pescadores, donde solo había plátanos y henequén, en toda una ciudad. Una ciudad que hoy prácticamente no existe. Con miles de familias con un sueño laboral trunco. Iban a trabajar en lo que sería – ya lo dijimos – la Obra del Siglo, y terminaron trabajando en el campo, o pescando en los alrededores de la Bahía; o levantándose una hora antes para tomar un barco e ir a trabajar a la ciudad.
O yéndose del país.
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