En los primeros cuatro meses y medio de 2025, la provincia cubana de Pinar del Río ha sufrido una devastación sin precedentes: más de 7.100 hectáreas de bosques han sido consumidas por incendios forestales. Esta cifra equivale a casi la totalidad de lo perdido en los cuatro años anteriores combinados, según datos del Cuerpo de Guardabosques de Cuba (CGB) citados por el diario Granma. Este fenómeno no es aislado; se enmarca en una alarmante tendencia global de aumento de incendios forestales, impulsada tanto por el cambio climático como por actividades humanas irresponsables.
Cuba en llamas: una crisis sin precedentes
Pinar del Río, conocida por su rica biodiversidad y extensas áreas forestales, enfrenta una situación crítica. El jefe del CGB en la región, teniente coronel Alexander Pereda, atribuye la magnitud de los incendios a una combinación de factores: una sequía prolongada, acumulación de material vegetal seco y vientos que superan los 40 km/h. Sin embargo, destaca que el 83% de los incendios tienen causas humanas, incluyendo prácticas agrícolas inadecuadas y actividades ilegales como la caza furtiva y la tala indiscriminada.
La falta de infraestructura preventiva, como trochas y líneas cortafuegos, ha exacerbado la situación. En 2025, solo se ha cumplido el 69% de lo planificado en este aspecto, lo que ha dificultado el acceso y la contención de los incendios. El impacto económico es significativo; por ejemplo, el incendio en Arenales, que afectó 3.240 hectáreas, requirió una inversión de más de cien millones de pesos para su extinción.
Un patrón global alarmante
La situación en Cuba refleja una tendencia global preocupante. En 2024, la pérdida de bosques tropicales primarios alcanzó los 6,7 millones de hectáreas, un aumento del 80% respecto al año anterior, según un informe del World Resources Institute y la Universidad de Maryland . Por primera vez, los incendios superaron a la agricultura como principal causa de deforestación en las regiones tropicales, señala Reuters.
Brasil y Bolivia fueron los países más afectados. Brasil perdió 2,8 millones de hectáreas, principalmente en la Amazonía, debido a incendios exacerbados por la peor sequía registrada en el país. Bolivia experimentó un aumento del 200% en la pérdida de bosques, alcanzando 1,5 millones de hectáreas, con más de la mitad atribuida a incendios relacionados con la expansión agrícola, indica por su parte International Fire & Safety Journal.
En América del Norte, Canadá enfrentó una temporada de incendios sin precedentes en 2023, con emisiones de carbono que superaron los 640 millones de toneladas métricas . En 2024, aunque la superficie quemada fue menor, las condiciones climáticas continúan favoreciendo la ocurrencia de incendios de gran magnitud, aporta por su parte NASA Science.
Causas interconectadas: cambio climático y actividad humana
Muchos expertos y estudiosos sobre el tema concuerdan en afirmar que el aumento de incendios forestales está estrechamente vinculado al cambio climático. El incremento de las temperaturas globales, las sequías prolongadas y las condiciones meteorológicas extremas crean un entorno propicio para la propagación de incendios. Además, las actividades humanas, como la deforestación, la agricultura extensiva y las prácticas de quema incontrolada, contribuyen significativamente a este fenómeno.
Un estudio de Climate Central destaca que las condiciones climáticas propicias para incendios, conocidas como «tiempo de fuego», se han vuelto más frecuentes en las últimas décadas, especialmente en regiones como el suroeste de Estados Unidos, tal y como recoge en un reportaje el medio Axios.
Los incendios forestales tienen impactos devastadores en la biodiversidad, la calidad del aire y la salud humana. La pérdida de hábitats naturales amenaza a numerosas especies y contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero, agravando el cambio climático. Además, el humo de los incendios afecta la calidad del aire, aumentando los riesgos de enfermedades respiratorias en las poblaciones cercanas.
En Cuba, la pérdida de bosques también representa una amenaza para la seguridad alimentaria y los medios de vida de las comunidades rurales, que dependen de los recursos forestales para su subsistencia. La situación en Pinar del Río es un llamado de atención sobre la vulnerabilidad de nuestros ecosistemas frente a las acciones humanas y el cambio climático.
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