Humberto López no tiene miedo; para eso (a él también) le pagan

Havana
algo de nubes
24.2 ° C
24.2 °
24.2 °
88 %
2.1kmh
20 %
Vie
29 °
Sáb
29 °
Dom
30 °
Lun
27 °
Mar
23 °

Humberto López sale a cuadro sin titubeos. No le teme al ridículo, ni a comer cativía, ni a las teorías conspirativas que se le enredan en la lengua. No tiene miedo de ensartar ideas inconexas, de llamar “terrorismo económico” a gente que, siguiendo una tasa de cambio informal, hace como hace todo el mundo, hasta él mismo, cambiar dólares a pesos (o viceversa). Tampoco tiene miedo de sugerir delitos que ni siquiera existen en la legislación cubana. No es valentía: es oficio. Para eso, pese a que le cueste reconocerlo, a él también le pagan. Él también es un asalariado, porque del aire no vive, aunque viva de globos e inventos.

El último programa dedicado a demonizar a elTOQUE encaja en un guion ya conocido, pero cada vez más burdo. La académica y activista Hilda Landrove lo resume como una especie de confesión de impotencia, “solo que en la forma en que los criminales confiesan su impotencia, atacando”.

Landrove señala que el régimen recurre a estos “bodrios propagandísticos” cuando ya no le queda mucho más que mostrar, y recuerda el costo humano de esas puestas en escena: “confesiones” obtenidas mediante tortura psicológica, videos editados a conveniencia, información privada expuesta, escarnio nacional sin derecho a réplica.

Esta vez, el blanco es el director de elTOQUE, José Jasán Nieves, y su equipo. Desde la televisión nacional se intenta presentar un expediente de “terrorismo económico” y “mercenarismo” apoyado en interrogatorios de más de ocho horas en Villa Marista y en un montaje donde se le vincula, sin matices, con tráfico de divisas y evasión fiscal.

Nieves recordó en un extenso post de respuesta al engendro televisivo – el reportaje, no Humberto López (o sí, también) – que esa operación la habían denunciado desde 2024 y subraya que los contratos de su empresa y de la fundación que dirige con entidades del Gobierno federal de Estados Unidos son públicos y obligatoriamente transparentes por ley.

En aquel entonces Jasán denunció «llamadas raras e insistentes» por parte de alguien, que presuntamente – muy probablemente – era para intentar cogerlo de atrás para alante. Sacarle palabras y luego editarlas para hacerle creer a los tontos útiles de siempre, de que sí, de que el hombre «se embarraba».

Lo curioso de todo este despropósito es que sale en un momento clave de la vida patria. En una sala del Tribunal Supremo, se juzga al ex Ministro de Economía Alejandro Gil, por delitos tan graves que el pueblo no tiene permitido conocer en toda su real magnitud. De eso no se puede hablar mucho en la TV, pero se habla de elTOQUE, y se crea un estado de opinión generalizado de que entre ambos, aún sin tener conexión, jodieron a la economía cubana; justo en el momento en que han aparecido todas las miserias del Oriente cubano. Los verdaderos culpables, los que auparon a Gil y a Murillo, los que le tutorearon la tesis (Díaz-Canel) no están en el banquillo. En este sitúan a los chivos expiatorios.

La explicación de elTOQUE

Mientras en pantalla se manufactura el enemigo perfecto, elTOQUE explica que el dinero canalizado hacia beneficiarios de programas de la Embajada estadounidense se ha usado para proyectos sociales y profesionales: eventos de márketing para el sector privado, festivales de cine, capacitaciones a agricultores, pasantías de estudiantes. El pecado, a ojos del aparato propagandístico, no es solo el vínculo con Washington, sino el hecho mismo de cobrar por el trabajo. Como apunta Landrove, en el programa se utiliza “asalariado” como insulto, como si hacer periodismo solo fuera legítimo si se ejerce desde la pobreza y la precariedad.

La respuesta desde el oficialismo pasa por la deshumanización del adversario. El programa dedica tiempo a exhibir la casa de Nieves y de su esposa, la periodista Elaine Díaz, a mencionar su ubicación y a inflar su valor, en una operación de doxxing que los coloca en riesgo. Es una demostración de fuerza hacia quienes disienten, pero también una señal de miedo: si hay que llegar a ese punto para desacreditar a alguien, es porque sus palabras hacen daño.

Lo grotesco es que, en su afán por construir el mito del enemigo millonario, el aparato propagandístico confía en que su audiencia no entiende cómo funciona el mercado inmobiliario en Estados Unidos. Cuatro ignorantes, como Humberto, creerán de buena fe que Jasán y su esposa aparecieron un día con setecientos mil dólares en un maletín y compraron la casa al contado. En la Florida real —no la de los noticieros del PCC— dos profesionales con ingresos estables, crédito perfecto, hipoteca aprobada y un pago inicial razonable pueden perfectamente acceder a una propiedad de ese rango. No hace falta ni ser rico ni estar financiado por una potencia extranjera: basta con tener trabajo, historial crediticio y cumplir con los requisitos que pide cualquier banco.

El oficialismo apuesta a que el público cubano, sin referencias sobre hipotecas, tasas de interés, down payments o créditos a 30 años, imagine que poseer una vivienda en Estados Unidos es sinónimo de opulencia. Y sobre esa ignorancia deliberadamente cultivada durante 65 años montan su narrativa de sospecha. Pero el único secreto detrás de esa casa es el mismo que sostiene a millones de familias: endeudarse responsablemente y pagar cuotas mensuales durante décadas. Si algo revela el montaje televisivo no es la riqueza de quienes lo sufren, sino la pobreza argumental de quienes lo producen.

Todo ocurre, además, en un contexto económico crítico. El propio Nieves recuerda que, el mismo día del programa, el Gobierno admitía que no puede implementar un mercado cambiario oficial con tasa flotante y seguía buscando chivos expiatorios para el desastre. La tasa informal de elTOQUE se ha vuelto referencia para millones de cubanos, y eso desnuda, día tras día, la incoherencia de la política económica oficial. De ahí que se intente criminalizarla como “terrorismo económico”, una etiqueta que suena fuerte en televisión pero no tiene respaldo jurídico.

En ese engranaje, Humberto López cumple su papel sin temblar. No le asusta contradecirse, ni exagerar, ni difamar; sabe que no será él quien responda ante un tribunal independiente. Su trabajo consiste en poner voz y gesto a la maquinaria de propaganda, en hablarle a una audiencia a la que el poder sigue tratando como si fuera incapaz de pensar por sí misma. Que haga el ridículo es parte del paquete. Lo importante es que lo haga en horario estelar. Y, mientras tanto, quienes sostienen proyectos periodísticos independientes en medio del derrumbe nacional siguen pagando un precio muy distinto por no tener miedo.

Humberto López no es periodista, ni investigador, ni comunicador ni jurista. Es el payaso de turno en la TV que no tiene miedo a hacer el ridiculo

¿Quieres reportar algo?

Envía tu información a: [email protected]

Lo más leído

Quizás te interese

Envíos a CUBA desde → $1.79 x LBENVÍA AQUÍ
+