El mensaje es claro: si te vas, vas a sufrir. Si vuelves deportado, sé útil y demoniza al país que te acogió. Así se premia tu regreso forzado: con una tribuna para servir al guion oficial. Porque lo que menos le interesa a Granma es saber por qué tantos cubanos se lanzan al mar o cruzan selvas con niños en brazos. Lo que importa es que alguien diga, frente a cámara, que en Estados Unidos no hay libertad.