Increíblemente había decenas de colchones almacenados sin ser entregados a los damnificados. Otra vez el descontrol económico típico del socialismo cubano, propició el delito.
Guantánamo vuelve a aparecer en los partes oficiales no por la rapidez en la atención a los damnificados del huracán Melissa, sino por la recuperación tardía de recursos que nunca debieron salir de los almacenes estatales. En los últimos días, las autoridades han informado sobre varios operativos policiales para recuperar colchones y otros insumos robados, destinados originalmente a familias afectadas por el evento meteorológico, en hechos que han generado indignación y preguntas incómodas entre la población.
Según publicaciones del perfil oficialista Guantánamo y su Verdad, fuerzas policiales del municipio Niceto Pérez y de la ciudad cabecera lograron recuperar decenas de colchones sustraídos de almacenes donde permanecían guardados desde el paso del huracán. En uno de los operativos más recientes, se difundieron imágenes de colchones robados que estaban siendo localizados y devueltos a custodia estatal, como parte de acciones conjuntas para “devolver los recursos a los damnificados”.
Otro procedimiento permitió la recuperación de 14 colchones en una vivienda ubicada en la intersección de las calles Moncada y Emilio Giro, en el centro de Guantánamo. De acuerdo con la información divulgada, esos colchones habían sido sustraídos de un almacén de Educación situado en un centro mixto del municipio Niceto Pérez. En el mismo registro, las autoridades incautaron materiales escolares, lápices y un toldo, todos incluidos dentro de los recursos asignados a las familias afectadas por Melissa. Varias personas presuntamente vinculadas al robo fueron detenidas y la investigación se amplió hacia otros puntos de la ciudad.
Los hechos ocurrieron semanas después del paso del huracán, un detalle que no pasó inadvertido para los vecinos. En los comentarios a las publicaciones oficiales, se repite una pregunta básica: por qué los colchones y demás donativos seguían almacenados y no habían sido entregados a quienes los necesitaban con urgencia. Para muchos, la demora en la distribución creó las condiciones ideales para el desvío y el robo, un problema recurrente en la gestión de recursos estatales, en una «economía» que si de algo puede vanagloriarse es precisamente de no tener controles económicos efectivos que eviten este tipo de delitos.
Las reacciones ciudadanas combinan aplausos a la recuperación con críticas directas a la burocracia y a la cadena de responsabilidades. Varios usuarios señalan que trasladar y esconder decenas de colchones no es posible sin complicidades internas y cuestionan que, una vez más, se exhiba a los receptadores mientras no se informa sobre quién autorizó, custodió o permitió que esos recursos permanecieran tanto tiempo en almacenes. Otros recuerdan que aún hay damnificados durmiendo en condiciones precarias, sin haber recibido un solo colchón.
Aunque los operativos son presentados como muestras de “tolerancia cero”, los casos refuerzan la percepción de que Guantánamo se ha convertido en una provincia destacada no solo por los daños del huracán, sino también por el desvío de ayudas destinadas a los más vulnerables. Más allá de las detenciones puntuales, la situación deja al descubierto un problema estructural: la incapacidad del sistema para garantizar que la ayuda llegue a tiempo y sin intermediarios a quienes lo perdieron todo.


















