Han pasado ocho meses desde que Yaima Echevarría comenzó a clamar en redes sociales por la desaparición de su madre, y su mensaje sigue siendo el mismo: desesperación, dolor y un reclamo que apunta directo a las autoridades cubanas.
“Hoy hace 8 meses de la desaparición de mi madre. No hay respuesta de las autoridades, un asesino suelto. Por favor, ayuda”, escribió recientemente, acompañando el texto de un grito no pronunciado que resumimos en un “¿hasta cuándo?”.
La ausencia de noticias oficiales ha abierto un espacio de incertidumbre en el que familiares y vecinos intentan llenar el vacío con rumores y conjeturas. Varios usuarios en Facebook sugirieron que la mujer podría encontrarse en el centro de deambulantes ubicado en Managua, adonde llegan cada semana autobuses con personas recogidas en la calle. Otros, en cambio, apuntan al silencio ensordecedor que rodea el caso: en ocho meses, ningún informe policial ha dado luz sobre lo ocurrido.
La historia de esta madre se suma a una lista de desapariciones que crece en Cuba sin protocolos claros de búsqueda.
Apenas en febrero pasado, la revista independiente Alas Tensas recogía la denuncia de la familia de Esperanza Cabrera Melvin, una mujer de 75 años desaparecida en Colón, Matanzas, desde diciembre de 2024.
Luego, en junio, publicaba un recordatorio a los seis meses de su desaparición, en su página de Facebook.
Su hermana, Walkiria, se preguntaba en redes sociales cómo en un pueblo tan pequeño, donde todos la conocían, nadie podía dar razón de ella.
“Es una extraña desaparición, no se la pudo haber tragado la tierra”, escribió entonces.
Estos casos exponen lo mismo: la falta de reacción temprana, la demora en admitir denuncias, la ausencia de mecanismos institucionales para movilizar a la policía, a los bomberos o a los servicios de salud en la búsqueda de una persona. En Cuba, son las familias, el activismo feminista y la sociedad civil quienes han intentado suplir el vacío con iniciativas como las alertas ciudadanas #AlertaYeniset y #AlertaMayde, inspiradas en modelos internacionales como la Alerta Amber.
Mientras tanto, lo único que queda a hijas como Yaima es sostener la búsqueda y repetir su reclamo. Cada día sin noticias es una herida abierta y un recordatorio de la fragilidad de quienes quedan fuera del radar institucional. “Una familia sufriendo desesperada”, resumió ella en su última publicación. Y la pregunta vuelve a golpear, sin respuesta: ¿hasta cuándo?
