Un Mercedes-Benz Clase S, símbolo de estatus y elegancia sobre ruedas, terminó esta semana convertido en lienzo de furia amorosa en las calles de Miami. Pero más allá del lujo del vehículo o de los insultos pintados sobre su carrocería, lo que verdaderamente incendió las redes fue una sola palabra: “Singao”. Breve, directa y 100% cubana.
El video del auto, vandalizado con mensajes como “Liar”, “Scum” y “Cheater”, fue publicado en la popular cuenta de Instagram “OnlyInDade”, conocida por retratar lo más insólito y sabroso de la vida en el sur de Florida. Entre todas esas ofensas en inglés, una llamó la atención con sello habanero. “Singao”, garabateado en grande sobre la pintura negra brillante del vehículo, no dejó lugar a dudas sobre el origen del corazón roto.
Los usuarios no tardaron en conectar los puntos. “Tiene que ser cubana, eso es jerga cubana”, comentaba uno. Otro fue más allá con humor ácido: “Siendo ella una chonga de Hialeah no me sorprende nada”. El video, que acumula ya casi 800 mil reproducciones, revela cómo un acto íntimo -la sospecha o confirmación de una traición- puede escalar hasta convertirse en espectáculo viral.
Aunque la identidad del dueño del lujoso carro aún no ha sido revelada, muchos coinciden en que no cualquiera puede permitirse un Mercedes-Benz Clase S. Pero ni todo el cuero fino ni los sistemas de seguridad evitaron que la rabia de alguien -posiblemente su pareja- se expresara con aerosol en mano.
Este episodio no es una rareza en la ciudad. Miami tiene su historial en lo que a celos escenográficos se refiere. En marzo, otro caso sacudió las redes cuando un Chevrolet Corvette terminó cubierto de pintura con mensajes similares. La diferencia esta vez fue el toque cultural: la marca lingüística que delató al barrio, a la isla, y a una identidad que no se pierde ni con las uñas pintadas ni en un arrebato de furia.
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Más allá del morbo, el caso reabre un debate cada vez más visible: ¿hasta dónde llega la línea entre desahogo emocional y daño a la propiedad? Algunos usuarios simpatizan con la mujer detrás del acto (“¡Por fin alguien lo dice con todas sus letras!”), mientras otros llaman a la cordura y condenan la destrucción material.
